jueves, 1 de agosto de 2019

La masa de las Arepas



La masa de las arepas
Hernández Víctor A. 29-11-2018

Siendo finales de noviembre de 2018, disfrutaba, durante la cena, de una arepa gordita, rellena con mantequilla, tomate y un poquito de jamón endiablado y abundante masa,se me vino a la mente que en el pasado reciente era común escuchar en las otrora abundantes areperas, ahora escasas, a los consumidores pedir sus arepas con los diferentes rellenos, casi siempre acompañando la petición con la frase, generalmente dicha con arrogancia, soberbia o prepotencia, o una mezcla de las tres, “sácale toda la masa, acaso crees que soy un cochino para estar comiendo masa”. Por supuesto, terminaban ingiriendo concha de arepa con el relleno. En las areperas se veían tobos llenos de masa, que ni siquiera terminaban siendo comida para cochinos, sino que se desechaba junto a la basura, ahora llamada desechos sólidos. 

            Los tiempos cambiaron y, ahora no se escucha la infame frase, es más, es común observar a los comensales,devorar y disfrutar toda la masa  e inclusive, recoger del plato los trocitos que se desprenden de la torta de maíz redondeada y asada.

            Este cambio de comportamiento se deriva de varias causas, el alto costo de la arepa, la escasez de alimentos, la necesidad de llenarse el estómago y en general la crisis económica y el deterioro del salario.

            El maíz y sus productos, ampliamente conocidos por ser un alimento bastante completo y nutricional, fue el alimento principal de las grandes poblaciones indígenas del continente americano antes de la conquista, adoptado luego por el crisol de razas que se conformó, en general en el continente y particularmente en Venezuela, con su exuberante y característica mezcla de pueblos que se formó, este alimento que fue durante muchos años menospreciado y desperdiciado, es ahora apreciado y consumido en su totalidad. Los dioses del maíz, como Cinteotl, Chicomecōātl o Xochipilli, deben sentirse regocijados de que su celestial producto, que inspiro la frase “los hombres de maiz”, sea nuevamente tratado con el respeto y la veneración merecida. 

            Y el comportamiento caracterizado por el  menosprecio, la botarata y la ineficiencia, que estuvo tan arraigado y en boga en la sociedad venezolana, ha evolucionado a un uso más racional de los recursos, como decía el sabio abuelo, para apreciar lo que tienes, debes experimentar su falta, su escasez, la situación económica, con todos sus males, quizás haya traído algunas enseñanzas positivas, no todo es absolutamente malo o bueno.-

MUESTRA VISUAL


DOÑA MARÍA CRISTINA HERNANDEZ HACIENDO AREPAS. Fotografía: Hernández Víctor A. (29-10-2011).San Pedro delos Altos. Estado Miranda, Venezuela.
Nota: Doña María las llamaba "rueditas de camión"
 
AREPAS GALÁCTICAS
. Acuarela y Creyones sobre papel bond. Paola Ríos (2017). Fotografía: Paola Rios.Los Teques. Estado Miranda, Venezuela.




martes, 4 de junio de 2019

Revista Ateneo de Los Teques Número 12 Noviembre 2011




Alma y paisaje en la obra poética

de Luis Alberto Crespo


Maribel Da Silva






“Salgo a encontrarme/ Sopla el viento: no volveré
Hay luz todavía/ pero en el espíritu/ Cuando pases
Por las hojas/ quédate conmigo confín”


El Yo lírico que habita en Luis Alberto
Crespo, conecta, las diferentes vibraciones de
la materia, con la inmensidad. Hay un recurrir
incesante a las primeras vibraciones de
vida en Carora, “lo primordial verdadero es
lo primordial humano, la primera infancia. El
niño vive un tiempo mítico, paradisiaco” asegura
Freud. No hay límite en el sentir; niño
y hombre son lo mismo. Goce, dolor y desamparo
viven sin diferenciar estados de tiempos
biológicos.
 
El Yo lírico se la pasa en un
constante viaje psicológico al pasado que vivió en Carora.
Carora es su obsesión. Su existencia es una pompa de
jabón si no hay el peso y el norte de esa referencia geográfica.
Ese ejercicio intelectual de trote al pasado caroreño
es un itinerario que le saca musculatura a su alma.
Todo su adentro, tiene que cumplir peregrinación hacia
Carora, (tierra: introyectada como espacio de los primeros
años de vida) porque remueve cada rincón de la casa y del
aire, para hacer suma de sí mismo. Al alma, “el tiempo
presente” sólo le sirve para recobrar la intensidad con la
que se ha vivido, por eso incluye todos los elementos del
entorno: casa interior “la casa de la infancia” y casa exterior
“la casa grande que es Carora”. En el mundo poético
de Crespo cohabita, la casa íntima, “mía particular” (la familia),
con la casa plural, “de todos por derecho” (la comunidad
caroreña).

Bachelard sostiene que “la casa en la vida del hombre suplanta
contingencias, multiplica sus consejos de continuidad. Sin ella,
el hombre sería un ser disperso. Lo sostiene a través de las tormentas
del cielo y las tormentas de la vida. Es cuerpo y alma” LA POÉ-
TICA DEL ESPACIO. (1992, p. 82). En apariencia, todos
los elementos que nombra parecen insignificantes pero en
realidad son de importancia vital ya que le dan permiso al
Yo lírico para que se libere del tiempo muerto, del tiempo
que aplasta y mata. Cada poema pertenece a la realidad dinámica
de Carora, metida, de manera subjetiva en una dimensión
mítica llena de vida en el sentido de proporcionar
modelos de conducta humana, de valores del alma, del
amor al terruño, al árbol familiar, a la compañera de vida,
a la prole, a la amistad y conferir por eso, significación y
valor a la existencia. Cada verso, arma la vida eterna en
Carora, la casa grande que es y devela la propia alma del
Yo lírico en el de sus antepasados. “Carora, Carora te digo,/
y el río trae todo el pasado/ y yo huyo con los matones de pájaros/
el grito en la espalda como una puya/ los cascos
hoyando/ acabando con lo que fui” Te
nombro de nuevo. ENTREABIERTO.
(1984, p.174)

Carora, la casa de la infancia y la
casa de la primera juventud son casas
fluctuantes como el agua aunque a
veces son demasiado rígidas, demasiado
detenidas en el tiempo, como
una memoria congelada. “Ah, viejo/ todavía
sigues aquí /… Esta es la calle Comercio/
por la que viajabas a Jerusalén/ cuando regresabas a
casa/… Está encendida/ la luz / el libro abierto/ en tus manos
/ bajo tierra” Lector. LADO. (1998, 373).

El Yo poético tiende a abrir las ventanas de la casa, con
mucha frecuencia, en una suerte de gesto desesperado
para que todo se mueva, para que nada se detenga. Y al
fondo de ese gesto hay una dinámica del amor. Puesto que
lo rutinario es congelante. Los poemas, de Luis Alberto
Crespo, hablan de casas que reflejan las preferencias de
los que las habitan; casas que son discretamente descriptivas,
según definición de Hanni Ossott. El Yo poético se
solaza en la casa que habla, que tiene voz. El inconsciente
murmulla en ellas. “En el niño que queda en nosotros, la casa se
vuelve búsqueda y reencuentro. Fundamos una casa nueva con la
memoria de la casa de infancia… sin ser idéntica,… conservamos
imágenes y objetos que hablan de nuestro pasado, del pasado de nuestros
padres” (Ossot, 1987, p.8).

La casa, en la obra poética de Luis Alberto Crespo, es
concebida por el escritor como una imagen guardiana del
pasado y del presente, de lo que se es como ser humano
y de lo que se ha sido en el pasado. Por lo tanto, es una
casa con historia. En ella están expresos los viajes, (“Me
he ido porque quise pertenecerme/ Ahora vengo de lo que fui/ duro
y mudo” p.407); los tíos, (“Me muero muy extraño, Luis. El
apagón/ que eres a media noche, / a media noche, tía, /cuando tú
me sales” p.80); los amigos, (“Las herrera se mecen en sus hamacas/
muchos años, esperando visitas/… Y los Arispe se fueron,/
y su casa, ese cajón grande” p. 81); la imagen de la madre,
(“Hoy no he salido pero ando conmigo del brazo/ (…) mi madre
no ha nacido todavía/ estoy leyendo su epitafio/ y lo insondable golpea
la casa” p.440); la imagen del padre, (“Mi papá/ Antonio
Crespo Meléndez/ elogió para vivir lo que leía/ (…) abría un libro
y al rato se iba/ y se moría/ como hoy/ leyendo/ eternamente”
p.305). Obra Poética.
Ateneo - Noviembre 2011 3

Luis Alberto Crespo sabe que una “casa” que no convive
con la huella de los amigos, es una casa incompleta,
un alma triste despojada de los colores de la vida por eso
la habita con los nombres y los apellidos de sus afectos,
resaltados con el “a” precediendo los versos que estructuran
sus poemas. Amigos son Edgar Colmenares del
Valle, Italo Tedesco, Antonio Trujillo, Adriano González
León, María Auxiliadora Álvarez, Patricia Guzmán, Juan
Sánchez Peláez, José Balza, Eugenio Montejo, Gustavo
Pereira, Igor Barreto, Juan Calzadilla, Alejandro Oliveros
entre otros. Hanni Ossot afirma, “una gran casa, por
pobre que sea, es difícil de descubrir. Ella esta llena de discursos
velados… De modo que a las casas se entra con
reverencia” (10, febrero de 1985, p.8). Cada uno de los
diecisiete poemas de Luis Alberto Crespo, lleva una dedicatoria
a un familiar: “A Antonio Crespo Meléndez”, “A
Marianela Balbi por la tortolita”, “A Sebastián Antonio
Balbi”, “A Ezequiel Vicente Crespo Balbi”, a un escritor
amigo: “A Juan Sánchez Peláez”; a una mascota afecta “A
caballo rajaviento/ a su impaciencia”; a una conocida exótica:
“A Esperance de la rue Lamartine”; “a un lugar” y,
“a la nube de Oort”; a frases admiradas: “con herida
ajena” de: Virgilio; “caída la hoja miro” de: José Lezama
Lima; y “En las sábanas de temperamento caído y muy sano, pero
faltas de agua, porque el río Morere, que las riega, suele flaquear
algunas veces, llegándose a secar del todo, si el verano es dilatado”…
de Oviedo y Baños. De cuyas últimas líneas extrae el nombre
de su primer poemario.

La “casa” del alma, es el cuerpo. Dentro de la casa, el
alma asume su misión de ascenso, el ascenso conoce de
baches, dolor, sufrimiento, el fondo de la tierra y la hendija
salvadora de luz cuando ya se han secado las lágrimas y
sólo queda el verdadero y blanco encuentro con uno
mismo. El ascenso, el pulirse como persona cuesta su
parte pero vale la pena morir para seguir viviendo. De esas
muertes, de esos múltiples decesos nace y se va desarrollando
una actitud reflexiva que ensalza el sí mismo, la familia,
la infancia, la ciudad y la experiencia erótica que
parece culminar el existir, “No es porque pienso en ti que estamos
juntos/ sino por tu modo de oscurecer en la casa/ cuando te callas/
porque podemos morir/ son pesar demasiado sobre el mundo/
porque te desnudas/ cuando muestras dicha o pena/ siempre en lo
más oculto y frágil/ porque sientes miedo de ser por mucho tiempo/
y porque del espíritu prefieres el aire” Lo sabes. LA ÍNTIMA
DESMESURA. (2003, p. 384).

También explora el paso del tiempo en los seres humanos
y las relaciones amorosas no sólo en el espacio sensual
sino en el lugar de los afectos más amplios. La
Con Willian Osuna y Farruco Sesto Novas
Ateneo 4 - Noviembre 2011
reflexión ascética que se obtiene por
los golpes de la vida, es el caldo de cultivo
de la manifestación y desarrollo de
cualquier arte. En escritura, que es el
lado que nos ocupa, la relación entre
poesía y pensamiento es tan estrecha
que las imágenes gratuitas, las imágenes
sin fundamento del pensamiento, no
tienen sentido. Eso mismo es aplicable
a todos los grandes valores. Un hermoso
poema no es sólo las palabras que lo componen,
sino algo más. Primero viene la poesía y luego las palabras,
no al revés; no basta con ordenar las palabras para que
aparezca la poesía sino cualquiera fuera un Shakespeare,
un Pessoa o un Crespo, por ejemplo. “En esa palabra había
otro árbol/ Yo callaba lo que escribía bajo su sombra/ Tú borraste
su nombre/ Preferías algo gris/ como un nido/ algo tenso, como
una página suelta/ o como si te desgarrara/ cuando te deseo” Poco.
LADO. (1998, p. 364).

La poesía (clave del enigma interior) tiene su referente
en el mundo de las cosas, en la realidad. El mundo interno
y el externo se fusionan para producir un resultado: la naturaleza
llora porque en el alma de quien la observa y describe,
habita un profundo dolor. Bachelard argumenta en
su libro, LA POÉTICA DEL ESPACIO, que “el espectáculo
exterior ayuda a desplegar una grandeza íntima”
(1992, p. 230). La imagen de la muerte, en este sentido, se
vincula al mundo real material para expresar el propio
mundo que se está sintiendo; la propia muerte que va
mermando al paisaje que contiene la casa: “La ventana que
busco/ despacio para que aparezca/ la nombro con los dedos/ paso
por los hierros/ recordándola/ sin casa ya de noche/ Te hablo de
ella la abro/ como si respirara todavía”. La casa que busco. RESOLANA.
(1980, p.154).

En el ejemplo anterior, se puede ver que la inmensidad
(íntimamente hablando), es una intensidad que rebasa la
inmensidad íntima. Lo intenso del momento, del sentimiento
vivido y que recuerda con nostalgia como la nota
expresiva dominante, hace que se trastoque la inmensidad
del mundo material “palabras”, máscaras, presencias familiares,
la mujer amada, la estabilidad emocional del sí
mismo, con el fin de lograr la intensidad del ser íntimo,
del yo poético. Ante la eminente pérdida de la casa materna,
se logra rescatar lo interno, lo íntimamente sublime:
el amor.

Luis Alberto Crespo, mediante
la evocación, trata de recobrar
un mundo perdido.
Percibe las relaciones entre los
objetos materiales y el espíritu
mediante experiencias personales
que sirven para que se recobre
todo lo que ya no está, pero
aún así se manifiesta importante
porque reconoce que, en realidad,
el deseo del regreso de la casa, el padre, la infancia y
la amada no se dará. A voluntad, se trae al presente un
mundo de amor que sólo le pertenece a un pasado fenecido,
“Los que se fueron/ tiemblan en los árboles/ cuando el viento
se para/ vuelven de nuevo a esta tierra / organizan como antes sus
ausencias/ sus motivos de viaje/ y abren una vez más la puerta/ a
la espera del próximo árbol atormentado”. Los que se fueron.
SENTIMENTALES. (1990, p.247).

El Yo íntimo ofrece, en estos casos, en gran análisis.
Después de la muerte se observa la continuidad del Yo, de
un “yo” que medita su muerte y la del padre, la amada, los
familiares, la casa materna y la Carora de ayer. Argumenta
su propio culto secreto sobre la inmortalidad del alma. “Los
que se fueron” dejaron temblando a “los que se quedaron”
y luego medita “cuando se para el aire, asalta la muerte, la
desaparición” pero sin embargo, los que se habían ido regresan
otra vez y organizan su vida al lado de sus muertes
(que son sinónimos de ausencias) y vuelven abrir la puerta
(como tantas veces) a la espera de la estructura de un árbol
genealógico “nuevo” que lleva y trae vivencias atormentadas
cumpliéndose así el adagio que dice de la cuna a la
tumba, una escuela. La muerte se torna ese espacio mental
que describe la casa y sus afectos porque al estar ausentes,
están muertos, pertenecen al pasado y es ahí, en el hondo
del alma, donde todo es la parte pura, espiritual y duradera
que va a permanecer ahí hasta el fin de los tiempos. En la
vida se aprende, que no hay muerte sino vida continua. Se
vuelve a los seres amados, a través del regreso. Y eso sólo
lo sabe la conciencia superior que habita en cada quien. Esa
casa infinita del alma, es la que lleva el conteo. “No voltees
hacia la vida que perdiste/ decía mi padre/ imagínala/ un tejé picotea
el cuerpo del ave melancólica/ como si buscara en la muerte su canción/
nada se mueve en el campo/ por eso los dioses no se quedan
entre nosotros/ no soportan tanto silencio”. Chuchuba. LA ÍNTIMA
DESMESURA. (2003, p. 395).

Ateneo - Noviembre 2011 5
Otro elemento material
que le sirve de
base es el aire. Bachelard
dice en EL AIRE Y LOS SUEÑOS,
“En cuanto un sentimiento se eleva en el
corazón humano, la imaginación evoca el cielo y el pájaro”
(1989, p. 89). La imagen del pájaro es el resultado de la fusión
de la materia aérea y el libre movimiento del alma. El
poeta emprende un viaje interior por espacios que no son
los de la tierra. Toma como parte de su inspiración ciertos
elementos de la vida material terrestre pero pronto los
aleja de su mirada para expresar, con plenitud, esa vida interior
que lo angustia y lo mantiene en constante estado
de fiebre emocional. Ese ardor, esa braza exaltativa es la
que le actualiza el sentimiento de inspiración. Se produce
como una especie de desdoblamiento espiritual, y se le ve
vagar en la inmensidad con las nubes, los pájaros, el viento
con el fin de salir de “lo negro” de sus recuerdos del
mundo terrestre.

El lector se siente habitando una ciudad íntima. La
Casa (entiéndase la materna y la extendida que es Carora)
divide el mundo en dos partes cuantitativas diferentes: el
lado derecho y el lado izquierdo, ambos cargados del sentido
mágico simbólico. El derecho es el fasto: mediante
su evocación se (re) construye el tiempo, y el espacio y las
costumbres de Carora. Palpita la vida. El izquierdo es lo
nefasto: la destrucción del tiempo, del espacio y de las costumbres.
Impera la muerte. Mediante la figura de la casa
se ordena el mundo. La casa es la que permite el ciclo vital;
la continua memoria que hace vivo el pasado, tanto de la
infancia como del espacio geográfico. (Medvedor, 1981,
p. 120). La casa enlaza lo visible con lo invisible. Es la que
abre las puertas de Carora y las cierra con su desaparición
material. Muerte que queda abierta, tácita porque en el
libro nunca se expresa abiertamente.

Luís Alberto Crespo, crece entre las inquietudes
espirituales de su casa, la costumbre del
quehacer intelectual, la reverencia a los valores
familiares, la responsabilidad al trabajo, la querencia
y el orgullo a su tierra, la efervescencia
en el alma por las ideologías. Todo eso junto,
le suman conocimientos místicos que influirán
en toda su obra. La educación doméstica que recibió fue
el deber por la letra, el calor humano y el libre pensamiento;
(abuelos, padre y tíos, fueron periodistas). Estos
elementos construyeron una personalidad reconcentrada
y contribuyeron al crecimiento de su vida interior. La separación
temprana de Carora lo confinó al aislamiento que
lo colocó en la disyuntiva constante de resolver los problemas
del alma. Sólo el dibujo pudo salvarlo, y también
purificar su estética. Todos los pasos que da, y todas las
desventuras que sufre, sirven para preparar el camino
hacia sus grandes obras. Los poemas de Luis Alberto
Crespo, son un emblema moral de una época y del resto
de la vida. Luis Alberto, lo sabe. Dice, “La poesía es la única
palabra reveladora del hombre”. Lo enfatiza habitualmente:
con su semblante familiar de siempre y su mirada en perpetua
melancolía.

HEMERO BIBLIOGRAFIA:

Bachelard, G. (1992). La poética del espacio. México: Fondo de
Cultura Económica.
Crespo, L.A. (2004). Obra poética. Mérida: Editorial venezolana.
Jung, C. (1977). El hombre y sus símbolos. España: Luis de Baralt,
Editor.
Ossot, H.(1985, febrero). Memoria y alma de la casa. Papel literario.
El Nacional. p.8

Tiempo y destiempo de la revista
Ateneo de Los Teques
Luis Alberto Crespo

  El profesor, el poeta Armando Hernández
Quintero es de la isla de El Hierro, vale decir que es un
venezolano insular, como se es de Margarita o Coche, se
haya o no nacido en esos pueblos de allende el mar nuestro
de cada día o del océano del nom plus ultra, donde se
lee y escribe, se canta y se es artista, como en toda patria
del espíritu, la tierra procreadora de culturas.

A ella pertenece Armando, donde ha cultivado el entusiasmo
por las letras y el don pedagógico. Se recibió en el
Instituto homónimo de El Paraíso y aprendió en sus aulas
la metodología de la enseñanza literaria. No pocas veces
ha mudado su rigor escolar a las demandas de la poesía,
que no es menos celosa en los achaques de la disciplina y
la paciencia. Yo leí un poema suyo donde invoca a su
padre y ello bastó para aproximarme a su amistad, tan sonriente,
tan sencilla, como su esposa, allá, en su alto hogar
de Los Teques. A tales virtudes aúna las del hombre de
sensibilidad social, el socialista convencido y emotivo,
todo ello resumido en un rostro en el que aflora un talante
jovial y –ma nom troppo- con rasgos de ironía.

Desde hace unos años mi amigo dirige la revista Ateneo,
la cual cumple la obediencia de auspiciar y difundir
la literatura y el arte no sólo en los Altos Mirandinos pues
varia su temática y alcances, como lo prueba –una vez más
– esta su reciente publicación, por demás asaz oportuna
ya que el Ateneo de Los Teques está celebrando su onomástico:
los treinta años de su fundación, de cuya efemérides
se hace eco la nota editorial. “Desde que el Ateneo
–leemos- abrió sus espacios a la formación y el disfrute
del espíritu creador, nunca los ha cerrado”.

El número 11, al que hacemos referencia, da noticias de
la nueva directiva del Ateneo, presidida por Jesús Natera,
su equipo ejecutivo y sus asesores, los más gente de las
ideas, la memoria y el pensamiento. Hermes Flores asume
con Armando Hernández el destino de la revista junto a
Rosalina García, Maribel Da Silva, Carmelo J. González,
Luis Abad Calderón, Salvador “Chito” Aguilar y Arístides
Coronel.

La portada luce la fachada de un balcón que se ha liberado
de los desmanes del mal llamado progreso urbanístico,
culpable de la desfiguración física de la ciudad, lo
mismo que casi de toda Venezuela. Vemos una esquina
blanca en medio de la umbría de los mijaos, los robles y los
jabillos. La niebla que solía interiorizar la ciudad casi es
una mentira. Y no se hable de la quietud y aire purísimo
que fueron a buscar los lastimados de la tuberculosis,
como aquel Arturo Michelena el grande.

La narrativa nos saluda con un texto que Hermes Flores
ha titulado La Prisly y el ensayo que Tomás Martínez Sancho
ha llamado Nuestra Casa o Imágenes poéticas venezolanas
en diálogo con Bachelard en el que pasa
somera, pero acuciosa lectura, de la obra de los poetas más conspicuos de Venezuela que han fundado en no pocas
ocasiones la casa emblemática con la que reflexiona el
sabio escritor francés en La poética del espacio. Estamos
cierto –y así lo ha advertido el autor del citado ensayo-
que razones de espacio silenciaron a no pocos
poetas atentos a esa temática del oikos de los griegos,
como Enriqueta Arvelo Larriva, Alfredo Silva Estrada,
Luz Machado, Emira Rodríguez, Yolanda Pantin, entre
los muchos nombres de nuestra más alta poesía.
De Camus trata el ensayo de Cesar Gedler, por antonomasia
erudito estudioso de la música popular mirandina,
la del golpe tuyero o joropo central, sus arpistas y cantantes
de valía. Albert Camus, a 50 años de su muerte es
el título de este ensayo en el que Gedler da noticia y regala
reflexión sobre el origen y el destino del Premio Nobel de
Literatura de 1957, nacido en Argelia de madre pobre y
española y muerto en aciago día en una carretera de Francia.
Ya sabemos cuán visionario fue el escritor y cuánto le
costó sostener frente a Sartre y los intelectuales de los sesenta
la filosofía del nihilismo y del absurdo, el nuevo colonialismo
y la muerte de no pocas ilusiones del hombre
rebelde.

Sobre La cultura del miedo en Haití versa la crónica
de Rafael Pompilio Santelíz. El pueblo mártir, lastimado
por guerras internas e invasiones imperiales, la brujería
criminal de Papa Doc, sacudido por maremotos y terremotos,
hambriento hasta lo indecible, es el alma de esta
estupenda lectura. Si el Vudu es su religión y creencia colectiva,
lo es también su cultura de resistencia, como lo es
su patoi y su lírica vegetal y ontológica que tienen en Jules
Romain, héroe y narrador de Los gobernantes del rocío
y en Magloire Saint-Aude, el hermético poeta surrealista
de Tabú y de Diálogo de mis Lámparas, como sus
grandes voces, los padres de la lengua y de su soberanía
política y sensible.

La poesía invita a Luis Abad y a Aquiles Silva. A Abad
para que nos diga sus poemas Leer sí da nota, Ya sé que
existo, sueños lejanos, Te tengo, Mi general y Se escaparon
los sueños y Silva los suyos de Noviembre y
El viejo ancla, acaso extraídos de su libro Ventanas y
Vuelos.

Pero es la cuentística y el testimonio los que ocupan
lugar de excepción en este número de marras. Acerquémonos
a los Ejercicios narrativos de Gladys Emilia
Guevara, De viaje por el sudario de Andrés, de Irán
Aguilera Abad, Las cervezas del Gon Sous de Cristina
Gil y al relato dialogado de José Rafael Medina Requena,
tomado del libro Los cuentos de mi compadre, cuya
autoría -creemos a la portada- comparte con Ángel Eric
Mendoza Gutiérrez.

Hasta pronto querida revista Ateneo. Nos vemos mañana
poeta Armando, en Los Teques o en la poesía.

 Rosalina García

 ¡Dios, cuánto cuesta esta alma!
parece que la han jugado en un bazar,
que la han tirado a los dados felinos
de una divinidad terrible,
que para diversión
escoge a las niñas
consagradas al viento
y sopla sobre ellas
como a una flor,
círculo-semilla,
de diente de león.
las deshace con su aliento,
y no se cuida
si caen sobre la tierra,
fuego
u oro
o si se albergan
en la piel de un oso enfurecido.
Almas ricas como el aire
después del soplo de la flor;
almas enhiestas, crípticas
guardadas por Eolo,
que liberal,
las cuida del fulgor excesivo
y de la ira del oso,
y las rescata
para el goce del sol.

(A Petrarca)

Solita canta
la mañana.
yo me recuesto
sobre tu alma,
tendida al sol
de los cuatro vientos.
Mi corazón,
oriflama,
no deja de esperar.
desnudo mi cuerpo,
salto a la ventana.,
boca-sol de la tierra,
y todo gira,
como una insinuación
moderada
por el apagado trinar
de una tortolita
cansada
sobre el pajar del día.
Pájaro solitario
de mi vía.
¡Madonna mía!
Laura callada
abre la jaula canora de la vida.
Rosalina García

Tatuajes

(A Omar Khayam y a Khalil Gibran)
Más nostalgia que deseo,
ante tu cuerpo
y tu rostro, aún hermoso,
en la sombra
de la tarde.
olor de agua de rosas,
fragancia escondida
en los pliegues
de tu veste,
me filtra el corazón
y oscurece el deseo.
me filtra el corazón,
y en ocultada sombra
de antiguo templo
Persa,
Ese aroma
inspira las canciones
todavía guardadas en los pomos,
turquesas y dorados,
de las vírgenes y efebos
consagrados a dioses
olvidados.
Entoces, libres
de la clausura de cristal,vuelan
versos puros de infinito amor

 Luna nueva

Extasiada
quedo ante el ocaso,
taza de cobre rojo
con revestimiento interno
de luna,
para abrevar,
con el cierzo de la hora,
el hilillo de cuentos
de los luceros,
ahora inmóviles
en la contemplación del mar.
Cuando beba

¿ cuál misterio fluirá
que toque el cuerpo
y la divina risa suscite
entre los visitantes conspicuos
de mi mente,
entre los pasajeros amigos
que oí reír en las esferas
del alma
entre las líneas
de sus libros eternos?

Cuando una hoja cae
se estremece el corazón,
tiende un puente hacia las cosas
y las atrae
para beber su agua de mar

Cuando se cierra la noche,
la neblina empieza a cantar
y la bruma prefiere
el río para soñar.
sueño de voz.

Memorable ocasión.
yo canto sobre un mástil
y una flor esplende.

una hoja concluye su otoño
y el corazón se lanza al océano
buscando su honda estirpe
para resolver su confusión.

Canto en los ojos del mar.
me encuentro entretenida
conmigo misma.
sobre mi delantal,
rociador de rosas,
casi se desvanece una ilusión:
verte desnudo en alma
como en tu concepción,
ver tu esencia de mar.
prohibido;
Versos de infinita labor
celebrante, invocatoria,
a veces profana;
versos para que el dios tome
los cuerpos
para que profetice y ame
y no deje cicatrices
sino tatuajes
hermosísimos;
cantos
para que dejen sellos
con fragancia de rosas,
tamizada en la umbría
de los templos
culpables, tentadores;
tatuajes
para los hacedores
de versos
y seres escogidos
como papiros inflamables
de los dioses.

La llegada de Aquiles

(Al poeta Aquiles Nazoa)
Cuando el amado Aquiles llegó al cielo
con sus zapatos viejos
y sus ojos de niño,
el ticket en la puerta le exigieron
y él sacó de su bolsillo
monedas de chocolate que brillaron
más en los ojos de los angelitos.
Entonces se armó grande revuelo,
saltaron a sus pies las flores
del caballo más bonito
y los niños, hasta los más cojitos,
corrieron a recibir las moneditas
que la mano de Aquiles les trajera.
y no tuvo más remedio
que multiplicar la golosina
con sus dedos de mago que en la tierra
ya sabían sacar de su pañuelo
las más tiernas sonrisas.

 (A Natalia Gabriela Jiménez)

Pequeña Natalia,
en esa isla tan lejana.
pequeña niña mía,
ahí, jugando con las aguas
del río guardianado
por los gatos broncíneos,
dueños de su viaje ligero.
.
Pequeñita,
jugando con las aguas
del destino,
del frío océano del Norte
triste y seguro,
pero bello y translúcido
como tu rojo corazón
y como los rubíes
de tu falda bendecida.
Pequeña mía,
no te olvides de las rosas
que en primavera
frente al mar florecen
cuando en el crudo invierno
quieras una puerta
para llegar al trópico,
y una gota de rocío
para volver
a éste tu cálido mar.

Ordenadamente,
por antiguos mandatos,
tomarán mis vestigios,
y despojados
de la materia en estupor,
ya no serán pasos,
ni manos,
ni cabellos.
Una nueva belleza
florecerá en mis huertos,
como si una suave brisa
-mastranto y azaharesme
abrillantara toda,
ya purificada
por la lluvia subterránea.
Reverente heladez
convocará al silencio,
y levantado amor
a mis ancestros,
entonces,
más amigos que jueces,
más hermanos que amigos.

De la suave palidez
de esas tus manos.
ha quedado
en presencia de mi vida,
una fragancia plena de verano,
y fugaces aromas de resina.
arbórea condición
la de tu cuerpo,
fluvial gota de lluvia
tu venida,
arrójame
en tu playa comarcana
y enhebra
en tus agujas vespertinas
el hilo de tu pena y de la mía.

Mundo de pájaros de Francisco Ezeiza
Pastora Briceño

 

De la
mirada en blanco, de
la quietud del exilio
de una selva interior,
desde algún bosque intervenido, migran los primeros tejedores
del mundo.
Algunos fragmentos de alas empezaron a fijarse en el
paisaje de Francisco Ezeiza. Así como la idea del vuelo se
convierte en una insistencia plástica, en una protesta permanente,
en el grito del pájaro que queda preso y hace
nido en la herida del Yagrumo. Pero cuando el viejo árbol
nombrado Ceiba, Bucare, orilla siempre es asediado por
el hombre, el pájaro no tiene a donde partir. De ese modo
una serie de imágenes sobre tela, papel, madera, van invadiendo
con su verde una naturaleza reimaginada y materiales
de construcción ordinarios se sumergen en un
lenguaje a través de sugerentes esculturas, propuestas tridimensionales
para crear un nuevo orden: Mundo de pájaros,
un equilibrio entre el artista y los planeadores de
alturas nos sumerge en una visión constructivista, inconforme
y en reclamo no sólo como espectador sino como
un componente roto, que no logra entrar en aquel paraíso
perdido donde hombre y pájaro se alternaban en su árbol,
en el río, en la libertad.
“Uno se descontexturaliza. El paisaje es una acuarela.
Cada tema realiza una orgía de pasiones: color, línea,
forma. Es una corriente de nuevas sucesiones impuestas
por ojos inquietos. Trémulos volcanes. El estudio del movimiento
independiente de sus funciones logra una
complacencia proactiva para cada forma.”

Dicho de este modo, el artista deja entrever una urgencia,
un llamado interior del mundo que sugiere.
En perfecta técnica, el carboncillo se
esmera en una trama
de finísimas líneas asimilándose
al esmero con que los constructores elevan el
cortejo y ofrendan a la hembra sus plumas, su casa. Pero
repentinamente, los pájaros rompen la poética del vuelo
y el artista los sitúa en ramas o sombras en lugares semiescondidos
y expone sus miradas migratorias que presagian
una gran devastación.

Si el paisaje se altera, también pierde sus dones, se pierde
la conexión con Dios. Hay un aturdimiento para volver
otra vez al lugar que nos fue asignado y nombrado planeta
o país.

Sólo queda la posibilidad de un tiempo superior al que
Francisco Ezeiza accede, donde es un ojo hacia todo, pero
principalmente donde algo o alguien te ve al desnudo y
tiene compasión de tu fragilidad, de tu belleza. ¿Será que
de ese modo espera el tiempo para poseer otra vez su
reino? Porque para él no existe bosque urbano, hurga
hacia su origen, hacia su raíz, hacia los micromundos de
la tejadura de araña, hacia el contorno rítmico de la hoja,
hacia el silencio que nombre levedad en la espuma del río.
Dicen que la Alondra es el único pájaro del cielo que
canta para nosotros, esperemos sea ella la que anide primero.
Pero cada vez que un árbol se incline, un pájaro
pierda su nido y su canto, seremos señalados por las copas
más altas.

 Poemas de Armando Hernández Quintero

 Guaicaipuro

Petrificado
Casi oculto
entre la neblina y lo vegetal
Rodeado por la bruma del tabaco y de la caña
Las piernas tensas
abiertas en carrera
clavadas en el pedestal
La boca
abierta y muda
con el grito ahogado
La macana en alto
con el sílex –sustituido por el bronceamenazando
al aire
Adorado
Convertido en un dios
te han alejado de tu pueblo
cuando más falta le haces
Camarada Guaicaipuro
Deja el bronce que te amarra
¡Bájate del pedestal¡
Ven a luchar con los tuyos
como antaño lo hiciste
Ven y corta la bruma que nos enceguece
No nos dejes solos en esta lucha que no acaba
Acompáñanos

Los Neo

A Juan Padrón Hernández “Juan de Nina”
Llegaron los cuervos
Pasean por el pueblo
Se posan
Vigilan desde los riscos
desde los pinos y de los campanarios
Devoran los ojos
las lenguas
y los corazones
Engordan en la sequía
Los graznidos vencen
cantan victoria
Llegaron los cuervos
A su paso
todo es silencio
oscuro
y sin amor
Las lluvias volvieron
por los campos el verde revienta
El pájaro cantor va de rama en rama
y el colibrí de flor en flor
Los cuervos se retiran
Los cuervos se esconden
Los cuervos no se dan por vencidos
Los cuervos siguen al acecho

 Aquel muchacho

Víctor Argenis Hernández

 Pedrito, chico, que personaje, siempre estaba faltándole
algo, pero siempre de buen humor, sonriéndole a
las bofetadas de la vida y con una calidad de trato que era
muy humana, se podría decir que hasta humilde era el muchacho.

Vivía en una sencilla casita, con piso de cemento
y muchos bancos, ninguno parecido al otro, como era de
esperarse del carpintero aficionado que trabaja con lo que
encuentra en la vía. Pendiente siempre de sus hijos, cuatro
“topochitos” que juntos no llegaban a 16 años y de su esposa,
morena chiquita, de negros cabellos y ojos indescifrables
por su negrura. Nacido, criado y forjado en barrio,
acostumbrado a las limitaciones y a trabajar duro, nunca
con reparo en la hora del final de la jornada y disponible
siempre a ayudar a un amigo en cualquier tarea terrena
que tuviera que acometer. Todos creíamos que se merecía
una sonrisa de la vida. Por ese entonces, los amigos poníamos
monedas en sus manos, cual arras en una iglesia,
para ayudarlo a caminar por el empedrado camino de su
vida.

Pasó el tiempo y fue consiguiendo trabajitos, le ponía empeño,
hacia las cosas con dedicación, hasta cuando manipulaba
una escoba, era admirable el detalle de no dejar ni
un grano de polvo a la deriva. Fue escalando posiciones,
poco a poco, cada día requería menos ayuda de sus amigos,
estaba al fin desenvolviéndose sólo, pero al pasar el
tiempo, también se sabía menos de él, cuando se le veía,
estaba apurado, tenía algo que hacer, varias veces me lo
encontré en esa situación y curiosamente luego me enteraba
que estaba en alguna cervecería echando una canita
al aire, al fin y al cabo, un hombre que trabaja duro, se merece
una distracción eventual, eso es el mandato del dios
Baco.

Cada vez se le veía menos con sus hijos o su esposa, cosa
rara en un hombre conocido, respetado y admirado, por
ser cuidador de su familia. El maestro tiempo, al cual ninguna
verdad se le escapa, aunque se le esconda ocasionalmente,
develó el por qué: Ahora Pedrito era un galán en
el pueblo, casi que era un jeque árabe, tenía su propia
harén que incluía desde niñas precoces hasta señora adultas
y reconocidas como señoras en nuestro pequeñito universo,
pero todo ocurría bajo una estricta confidencialidad,
a la larga lo único que quedaba eran comentarios, habladurías
de gente envidiosa, decía uno.

Por fin a Pedrito le llegó el premio, le dieron un excelente
trabajo, ganando buen dinero, con responsabilidad y grandes
oportunidades para demostrar que con el trabajo duro
y constante se podía lograr grandes cosas, más él, un hom-
 bre ampliamente versado en las necesidades humanas, muchas
de las cuales había vivido o sufrido en carne propia
y además y más importante, una persona que siempre
había manejado el arte de tratar a los otros como gente y
hacerlos sentir bien, era el premio perfecto para la persona
indicada. Todos nos apresuramos a llamarlo para felicitarlo,
desearle la mejor de las suertes y a ponernos a sus
órdenes para cualquier ayuda que necesitara, que alegría,
al fin la justicia divina tocaba a quien según nuestro criterio
se lo merecía.

Por esos canales casuales de la vida, nos fuimos enterando
que el hombre cada vez más frecuentemente perdía los estribos
y montaba en cólera y armaba unos líos de espanto
y regañaba a los amigos que con él estaban y acusaba a
otros de cosas que no habían hecho y por sobre todas las
cosas, algunos de aquellos hombres con más de medio
siglo de vida y experiencia, nos contaban con una decepción
nacida de lo profundo del ser: lo más incomprensible
chico, es que no pregunta, llega y arma aquel alboroto delante
de todo el mundo y se va, deja a todo el mundo como
pajarito en grama, loco y viendo para los lados, luego al
pasar de los días, cuando se le puede explicar las cosas, se
ríe te da un apretón de manos o, te da una palmada en la
espalda y te dice, pa’ lante, no sabía eso. Bueno y así iba
marchando la cosa, con Pedrito a la cabeza.

Extraño fue, Pedrito fue dejando el contacto con su gente,
con los que habían compartido con él su niñez, su juventud,
su adolescencia, su adultez temprana, cada vez estaba
más alejado. Muy ocupado debe estar, fue la opinión
común de los que lo conocíamos, esos cargos son exigentes,
con auto-explicaciones así nos conformábamos.

Uno de esos días de Dios, alguien llegó comentando que
había visto a la mujer de Pedrito, flaca, demacrada, descuidada,
no era la mujer buena moza y siempre alegre que
conocíamos, el amigo confesó que la buena esposa de Pedrito
estaba pasando por una depre, ya no le prestaban
atención. Al hombre se le olvidaba que había que hacer
mercado, pagar la luz, el gas y esas menudencias y no rondaba
ya mucho por su otrora lindo hogar, lo que más le
dolía a ella, según había contado, era que sus hijos le preguntaban
a ella: -mami y papi ¿dónde está ? y a ella se le
habían agotado las mentiras, ya no se sentía capaz de inventar
excusas que no conocía. Cosas de esos trabajos tan
arrechos, seguíamos nosotros comentando. Pero dentro
del alma teníamos la convención certera, que veríamos actuar
El Karma, una persona que abandona sus principios,
bases y valores, sus hijos, esposa, familiares, amigos tiene
que caer en algún momento. Esperando estamos.

 Poesía de

Víctor Alejandro Hernández Cirelli

(Vic Cirelli.- Los Teques, 17/08/93)

Rocío

 Busco tu cuerpo junto a la cama
recuerdo que no estás más
me había acostumbrado a despertarme junto a ti.

En la madrugada, por las calles bañadas por el sutil rocío mañanero
pasos y gotas que caen me recuerdan a ti
¿Notarán mi dolor? Pues todos me observan con cara de preocupación
es tanta la culpa que cargo, que ¿pudre sus almas también?
Una taza de café, por favor, solo para calentar mi cuerpo
enciendo un cigarrillo, sólo con verlo consumirse
me llena la culpa, éste es mi fin.
Mi alma esta condenada al infierno, lo sé, aunque nunca creí en eso
aguardo en silencio, cuido mi espalda
los demonios asechan para llevarme y… hacerme pagar, sienten que les debo algo.





 En mi funeral

Mirarás al suelo, atenta a todo lo que dicen de mí,
últimos lamentos, últimos buenos deseos que fingir.
Esperarás que se disperse el lugar, el cielo se tornará gris
paso a paso te acercas a mi último lecho, te imagino sonreír,
levantarás tu mirada, mirarás al cielo, sólo un buitre observa hacia ti,
tu mano sobre mi pecho, no sientes latir,
aun así extirparás, con furia y odio mi corazón,
es mejor prevenir…
lo apretarás tan fuerte hasta el punto en que se contraerán tus dedos
y la mano no puedas abrir.
tu mirada se tornará poco a poco de negra a gris,
tu rostro hermoso, pálido y perfilado, tendrá un aire perverso,
por fin mostrando en tu cara lo que siempre sentiste hacia mí,
desde el principio me cegaste,
no lo vi venir.


Aún Somos Niños


 Lo puedo tratar de ocultar tras maquillaje y humo, y decir que soy así, aunque crecí, sé que miento; dentro
de todo, es mejor tratar de vivir en el pasado, donde todo parecía ser mejor.
¿Cuándo llegó el día que cambiamos nuestros juguetes por armas?

Aún somos esos pequeños bastardos
aún soñamos con crecer
aún queremos ser algo
aún somos niños
aún podemos ser felices, no es tarde
aún somos niños, pero siempre lo olvidamos.

Sólo respiro y despierto, si es así, que alguien me avise que estoy muerto, ¿Cuándo morí? Antes no era así,
siempre reíamos y solíamos vivir.
el tiempo pasa, sé que nos mata, pero aún me parece pronto.

Yo aún tengo sueños, difíciles de alcanzar
tú aún juegas a ser alguien más
aún lloro cuando no puedo tener algo
tú dejas los juguetes tirados.

Siempre tratamos de hacer las cosas mejor para sorprender a los demás
dejemos eso, hagamos lo que queramos hacer.
siempre nos ocultamos en las sombras, para que no nos vean llorar, no…

Mataron nuestra inocencia; y dime, sin ella no somos los mismos, sin ella estamos muertos, nos hemos convertido en las basuras de las que siempre nos protegieron, pero aún no es tarde.
mataron nuestra inocencia, no fue nuestra culpa, nos vimos obligados a ir hacia las trampas, no sabíamos que era un riesgo, éramos solo niños.


Poemas de Javier Martínez


A la indiferencia

Serle indiferente para olvidarla y borrarla para siempre
con el desprecio hacerla inútil inocua y minúscula
con el desgano transmitirle la insignificancia de la inexistencia
No serle útil para que no esté presente
volverla loca, desesperada insatisfecha
a la indiferencia nunca más por razones evidentes.
sin puerta abierta ni contagio
serle para siempre opuesto
negarle su presencia
evidente complot que aflora en su contra,
para al fin, sólo al final, hablarle a todos
sobre su ausencia
Esta noche…
Esta noche, luces apagadas
soledad efímera
esta noche no quiero estar solo
cantar de grillo, agua que corre
esta noche enciendo la luz para encontrarte
imagen de rostro divino,
penumbra y siluetas escapadas
no amanezca pronto, quiero recordarte así
esta noche
abre tus ojos para llenarme de luz
calienta mi espacio

La calle se abre,
A la mitad penumbra
luz pobre contrasta,
silbido de brisa solitaria,
tumbos,
a mano pared,
feroz disturbio,
ladrido de perro,
Gruñido de entrañas a rabiar
y el concreto silente contempla cómplice,
laberinto sórdido,
se dispara aire fétido,
las fosas se resisten al ataque inclemente,
el andar agudo,
trillar de dientes,
a la guerra,
a la batalla una vez más
manto claro sobre la piel sudada
y la mugre destiñe huella cruda
sobre el suelo
confabulación de círculo desigual
que funde la carne en la fría materia perpetua

Tiempo y ciclo
Palpitar fuerte, adrenalina que corre
prohibida divinidad
caricia de Ángeles que se atreven a lo carnal
frente a frente dos seres transgreden la norma
y el sabor en sus labios corre el riesgo del sacrilegio
espontáneo
cada segundo importa en el atrevido lance
cada encuentro un ultimátum a la atracción infinita
cada abrazo temor y vicio
besos corren como ruleta rusa
la rueda gira en pasión desenfrenada y el borde sirve de
cama
el equilibrio no existe
sólo el correr de imágenes, olores y tactos
el amanecer atenta y la espera nuevamente se hace eterna
Rebeldia inconclusa
Quiero ser rebelde y termino
siendo esclavo de mi propia rebeldía
Obedezco a la necesidad inexorable de romper con lo
establecido
vuelvo al cauce, cansado
como el niño que se va de su casa y regresa con la cara
sucia de lágrimas y con ganas de dormir en su cama
pero a ratos me rebelo
huyendo, tumbo la cerca de púas
ensangrentando mis manos,
y con ellas pinto las huellas de mi destino
en la pared que construyo y que he de tumbar
pero pensando me sumerjo
vuelvo a lo establecido, a calma de ovejas
a textura de saco colgado en un perchero
a peinado
a zapato lustrado,
a lo cotidiano
la rebeldía de tu cabello despeinado
como aguantar las ganas de respirar sin morir,
como la cama que dejo sin destender,
como la carta que queda sin escribir
como esta poesía inconclusa
como………

Familia, escuela y girasoles
en dos obras narrativas de Maribel Da Silva

Evelixe López Alejos (*)


Afirma, Ana Teresa Torres que “la
escritura es ese intento de emerger de la sola realidad en
que nos sumerge la existencia, y el lenguaje, si bien es finalmente
vencido, el instrumento privilegiado que nos
permite desplegar planos de realidad y congelarlos en el
texto” (2004, p.30), los dos libros de cuentos infantiles que
se analizan a continuación, navegan muy bien esas aguas.
Los cuentos están escritos en dos géneros simultáneamente
porque Maribel Da Silva condensa en estos libros
sus dos oficios literarios: narración y poesía. En la narración
aparece el humor constante amasado con ocurrencias
frescas que palpitan el goce. En la poesía (sin dejar de ser
prosa) se combinan el ingenio del amor con la vastedad
anímica del planeta de los niños.

El caso es que Maribel Da Silva (Los Teques, Edo. Miranda,
1962), escribe con poderosa imaginación; se le
ocurren las más variadas situaciones en una niña llamada
Sara que atraviesa los dos libros de su autoría. En “Y siempre
girasoles” Sara cuenta en primera persona las historias
distribuidas en dos planos espaciales: uno, es la casa, el
barrio donde vive y, el otro, es la escuela, la camaradería
con sus compañeros de clases. Los rincones que explora
la autora son aquellos en los que habita el descubrimiento
del mundo, la amistad incondicional, las ocurrencias de
los niños y el criterio de vasta verdad amalgamado con
pureza cruda, lacerante; la “sombra” como diría Jung.
En “Cuentos de Sara con girasoles” se repite “una
visión respetuosa hacia el niño como persona y como lector
crítico”, como afirma Gustavo Ávila en el prólogo del
primer libro. Se observa, de nuevo, la genialidad pero esta
vez Sara deja que sus amigos cuenten. Sara está presente
pero no está participando en las historias, ella es testigo
de lo que cuentan los demás. Sara abre el escenario para
que sus amigos cuenta cuentos vayan desfilando con sus
relatos mientras ella, está instalada en la audiencia. El despliegue
poético y el humor se adosan “con la imaginería
fantástica de los primeros años y con esas figuras arquetipales
y fundamentales: el padre, la madre, los abuelos,
punto de inflexión y umbral entre el mundo interior de
un niño y su entorno” como argumenta José Jesús Villa
Pelayo en el prólogo.

No es Maribel Da Silva quien habla en las dos obras.
Quien lo hace es un “no yo”, la niña que ella arranca del
pasado. El tono del “Yo” es evidentemente convencional
literario, se observa expreso en “Y siempre girasoles” y en
forma tácita o sobreentendida en “Cuentos de Sara con
girasoles”. La voz de la niña es la que se escucha, no la
Familia, escuela y girasoles
en dos obras narrativas de Maribel Da Silva
voz de la escritora. El tono confesional no revela la voz
de la escritora sino de una “yo niña” que es una “ella”.
Según Fuenmayor, “Tanto el “yo” como el “ella” están
aprisionados en la cadena de la narración y no son los signos
que cumplen con una función novelesca” (1976, p.32).
La narradora héroe “niña” no se confunde con la escritora
Maribel Da Silva. Tras los pronombres empleados, se
esconden personas narrativas no personas gramaticales.
Maribel Da Silva, bajo el punto de vista de un crítico, le
da otro tratamiento al “Yo”: detrás de este monosílabo
están las demás personas encerradas. “Hay un lugar donde
no es más “Yo” donde el ser se disgrega y el discurso no
es sino el espacio donde podemos ser y no ser al mismo
tiempo” (Fuenmayor, 1976, p.35).

Tanto “Y siempre girasoles” como “Cuentos de Sara
con girasoles”, revelan una gran movilidad en todos los
niveles de la lengua: producto de la materia y de la imaginación.
La veracidad, en el núcleo de los acontecimientos
que se relatan, responde a las posibilidades imaginativas y
de sugerencia del autor. Quien cuenta es una niña. Al respecto,
Rosolato dice, en su libro La relación de desconocido,
El yo que se fija en un enunciado, en las representaciones
y en un marco de imágenes siempre desbordado por
el reenvío de significantes y por el deseo (que entonces
desafía una descripción exhaustiva) se impone como imaginario
especular en el momento en que se reduce a una
fórmula que sólo retendría la falaciosa perspectiva de verse
solamente, a partir de otro, como objeto (1981, p. 217).
La metáfora para Maribel Da Silva es un vehículo que
va a muchas direcciones. El barrio “La Matica” y el ámbito
escolar son las metáforas, las direcciones son el pasado.
Representan con la metáfora, tiene el beneficio de
recuperar un tiempo mediante la provocación de los recuerdos.
Las atmósferas del barrio y la atmósfera de la escuela,
ahora, son el recuerdo de un tiempo perdido, del
primer tiempo de la infancia.

La metáfora permite atravesar lugares que hacen recordar
los de otros tiempos. Ella conduce el conocimiento
de la realidad a través de un lenguaje artificial. Su única
función es transmitir significados. Bachelard llama a la metáfora
“concepto imagen” porque ella representa la síntesis
espacial, temporal, personal y material de las realidades.
Una vez asumidas las metáforas: Casa y Escuela como síntesis
de un tiempo y un espacio, se observa como la escritura
permite la formación de un caudal de imágenes que
vienen a significar otra cosa y hacer soñar de otro modo.
Casa es igual a hogar, familia, gente del barrio, micromundo,
querencia. Es el mundo privado. Escuela es igual
a compañeros de clase, aprendizaje guiado, niños que
comparten el mismo crecimiento, admiración por las personas
de poder, macromundo, diplomacia. Es el mundo
colectivo. Las metáforas Casa y Escuela son introyectadas
como síntesis de un tiempo y un espacio; la escritura que
ambas generan permite la formación de un caudal de imágenes
que vienen a significar otra cosa y soñar de otro
modo. Entrar en la imagen es mantener en movimiento y
en continua transformación a la imaginación. La imagen
revive los recuerdos.

Las imágenes de la Casa y la Escuela, emprenden una
travesía de retorno por la memoria, expresada a lo Maribel
Da Silva. Los girasoles cultivados por el abuelo, los girasoles
estampados tanto en el vestido de la maestra como
en las cortinas de la escuela; en el vestido de la “vieja
negra” que subía y bajaba el barrio mascullando, con
piernas pintadas con pintura de pared y un moño pren-
sado en todo el centro de la cabeza y Sara que el la maestra
de ceremonia del segundo libro, insinúan la ausencia física
de la Casa y de la Escuela pero es la existencia del barrio
la que revela sus presencias. Ya que no es un hecho sus
desapariciones porque no se afirma con exactitud: tanto
muerte como desaparición son palabras por pronunciar y
que nunca se pronuncian directamente. El recuerdo ve
Casa y Escuela vivas, iguales y eternas como los girasoles.
La elección de las palabras y de las ideas expresadas en
cada uno de los “relatos” es consciente, la red, sin duda
consciente, constituye entonces una estructura autónoma
en relación con las estructuras conscientes. En cada relato,
esta red se aferra a los términos latentes de la metáfora.
La escuela “Bella Vista”, la escuela “Jesús María Sifontes”
y la bodega “La Matica” representan el tiempo en el barrio
“La Matica Abajo” A la narradora no le interesa qué es
lo que la niña representa en el mundo sino qué es lo que
viene a ser para sí misma. La casa y la escuela es para la
niña, el universo de sus primeros días. Ellas le dan cuerpo
a una impresión difícil de expresar, a ese tiempo de infancia
perdido en la memoria. En el libro “Cuentos de Sara
con girasoles” se vive el tiempo académico en el liceo “San
Pedro” en la región de San Pedro de los Altos.
Los libros, “Y siempre girasoles” y “Cuentos de Sara
con girasoles” constituyen una significación parcial. Quien
realmente expone la realidad son la Casa y la Escuela
como metáforas generadoras de significados que complementan
y arman esa lectura. Casa y Escuela representan,
en forma subjetiva, las convenciones infinitas que la realidad
abarca. El universo todo es aprehensible gracias a
ellas. La escritura las transcribe en forma de ficción, en
imágenes que son símbolos. El espacio que ocupa la nona,
como metáfora, es la región intermediaria entre el concepto
y la imagen. En cambio, el espacio que ocupa la
niña, como imagen, es la región pura de la imaginación
absoluta en constante creación. Según Fauquié (1983) “ese
espacio es referencia, (re) construcción” (p.9). Dentro de
Sara hay un centro vital que trae las imágenes felices y rechaza
las experiencias desdichadas. El relato, “El jardín de
los sueños”, es un claro ejemplo. En esa historia, la dolorosa
pesantez de la muerte del abuelo aviador, del otro
abuelo poeta y de los pájaros que fueron afectados por un
incidente en el jardín, provocan la huida hacia el sueño,
hacia el juego que es, en la niña (y en los niños en general),
un gesto instintivo de defensa. “Débora dio un grito de
emoción al ver al pájaro inseguro de sus sueños y el ave
abrió sus alas, las sacudió con entusiasmo y emprendió
vuelo… atrás quedó el duelo por los muchos árboles caídos
en la tempestad” El jardín de los sueños CUENTOS
DE SARA. (2008, p.39).

La cultura, el espacio y el tiempo son trascendidos por
esa vasta metáfora que representa la Casa y la Escuela.
Ellas son la fuente. Es, como dice Víctor Bravo, “La voz
de un pasado fenecido y de un presente vitalizador… el
charco de agua donde perviven los duendes, donde germina
la vida y/o la muerte” (1992, Febrero 2, p.4).
Maribel Da Silva
Ateneo - Noviembre 2011 23

En “Y siempre girasoles” y en “Cuentos de Sara con girasoles”,
no hay suspenso, sólo el normal devenir de unos
sectores mirandinos y sus habitantes con sus propias leyes.
La niña narradora protagonista (o en el caso del segundo
libro, narradora testigo) va captando todo el entorno y
ubicándose en él. Vive a plenitud los tiempos de la vida
primera y de los primeros brotes de adolescencia que sólo
encuentra la unidad por los cuentos de los demás. El
tiempo vivido en la casa y el tiempo experimentado en la
escolaridad, permanece en el alma de Sara como un núcleo
de infancia inmóvil pero siempre viva, fuera de la historia;
escondida a los demás, cuando se cuenta (en el caso
de “Cuentos de Sara con girasoles”) y expresa y plenamente
protagónica en “Y siempre girasoles”

La palabra es completamente diferente a la realidad que
nombra porque entra el hombre y las cosas, como dice
Octavio Paz, en su libro CORRIENTE ALTERNA, “se
interpone la conciencia de sí” (1979, p.36). Este abismo
es el que impulsa a Maribel Da Silva, a aferrarse a una búsqueda
tenaz de su pasado, de sus primeros años de vida.
Como consecuencia, surge la palabra escrita como un
deseo de conservación; como un deseo de asir, fuertemente,
ese pedacito de intimidad para no dejarlo ir jamás.
En conclusión, son obras literarias altamente fraternas
que exudan amor por el prójimo, por el ambiente y por la
vida. Las narraciones en las que se recrean una y otra vez
los escenarios cercanos y fantásticos, consiguen una movilidad
y una inspiración rica en tonos y texturas, espléndidamente
articulados. A esto se le añade una acertada
caracterización y una evidente, pero efectiva, creación metafórica
(Casa y Escuela) que concentra en las dos imágenes
complementarias (girasoles y Sara) el transcurrir de las
narraciones. El valor indiscutible de “Y siempre girasoles”
y “Cuentos de Sara con girasoles” radica en la frescura,
el humor y la sencillez de sus tramas. Las viñetas realizadas
por su hija Gabriela Da Silva (cuando contaba seis años)
ilustran y acompañan el inicio de cada cuento, se basa en
una figuración muy personal que le da entrada a una
fuerza narrativa que tiene en la referencia una baza esencial.
Los dibujos de Gabriela aparecen en “Cuentos de
Sara con girasoles” e invitan, a ser coloreados por los
niños.

Citados:
Bravo, V. (1992, Febrero 2). La desmemoria de la ficción.
Papel Lit. El Nacional. P.8
Da Silva, M. (2004). Y siempre girasoles. Caracas:
IPASME
Da Silva, M. (2008). Cuentos de Sara con girasoles. Caracas:
IPASME.
Fauquie, R. (1983).La mirada, la palabra. Caracas: Academia
Nac. de la Historia.
Fuenmayor, V. (1974). El inmenso llamado. Caracas: UCV.
Paz, O. Corriente Alterna. México: Fondo de Cultura
Económica.
Rosolato, G. (1981). La relación de desconocido. Madrid:
Cátedra.
(*) Evelixe López Alejos. Escritora y Crítica Literaria. Magister
en Literatura Latinoamericana. Profesora de Semiótica en la
Universidad “Santa María”