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miércoles, 11 de septiembre de 2024
¿POR QUÉ EDUCAR AL HOMBRE?
domingo, 8 de septiembre de 2024
4 Artistas de Oriente.
EDICIÓN: Victor A. Hernández & Manuel Bas, Editores
POSTER ONLINE: Eduardo Palmera, Comunity Manager, Administrador.
martes, 17 de octubre de 2023
SEGUNDA REVOLUCIÓN O REVOLUCIÓN POSTERGADA. La Escuela como instrumento político-educativo para formar republicanos y fundar repúblicas
SEGUNDA REVOLUCIÓN O REVOLUCIÓN POSTERGADA
(La Escuela como instrumento político-educativo para formar republicanos y fundar repúblicas)
Manuel Bas
Dr. en Cultura y Arte para América Latina y el Caribe
Instituto Pedagógico de Caracas / Profesor Asociado UNESR
Caracas, D. C., Venezuela, junio 2023
“El conocimiento de las palabras es obligación del que escribe como del que lee” (Simón Rodríguez, 1840, Luces y Virtudes Sociales, p. 349).
Resumen
El propósito de este ensayo, es analizar el contexto donde desarrolló el pensamiento político-educativo Simón Rodríguez, para enmarcarlo en un tiempo histórico determinado, lo cual requiere revisar los términos: América, Hispanoamérica, Latinoamérica e Iberoamérica, y lo que Él denominó América Española; para luego revisar su propuesta educativa que denominó Segunda Revolución o Revolución Postergada, con la que procuró formar ciudadanos para la fundación de repúblicas, teniendo la Escuela como un instrumento de cambio. Este estudio revisa además, la relación entre educación y política, que desde la perspectiva robinsoniana son inseparables y determinantes, para llevar a cabo la Revolución Educativa de corte liberal necesaria luego de la Guerra de Independencia, para establecer el nuevo orden, que debe ser original requerido por los nacientes estados.
Descriptores: América Española, Samuel Robinson, Segunda Revolución, educación, política, republicanos, repúblicas.
Summary
The purpose of this essay is to analyze the context where Simón Rodríguez developed political-educational thought, to frame it in a specific historical time, which requires reviewing the terms: America, Hispano-America, Latin America and Ibero-America, and what he called Spanish America. ; to later review his educational proposal that he called the Second Revolution or Postponed Revolution, with which he tried to train citizens for the founding of republics, having the School as an instrument of change. This study also reviews the relationship between education and politics, which from the Robinsonian perspective are inseparable and decisive, to carry out the liberal Educational Revolution necessary after the War of Independence, to establish the new order, which must be original. required by the nascent states.
Descriptors: Spanish America, Samuel Robinson, Second Revolution, education, politics, republicans, republics.
¿Hispanoamérica, Iberoamérica, Latinoamérica o América Española?
Se escucha frecuentemente, tanto en ámbitos académicos o no, referirse como sinónimos los vocablos: Hispanoamérica, Iberoamérica y Latinoamérica, sin embargo, esto no deja de ser un sofisma, pues hay marcadas diferencias conceptuales entre ellos, como veremos. Incluso craso error aún, referirse a Simón Rodríguez como un pensador latinoamericano, sin percatarse, que en tiempo de este gran pensador, lo que denominamos hoy Latinoamérica no existía como circunscripción geo-político-cultural, de modo que es antihistórico. Rodríguez, al igual que Bolívar, siempre se refería a esta parte de la Tierra, como la América Española. Aunque como se sabe, el neologismo América Latina surge tardíamente: en los años 30 del siglo XIX y se populariza en tiempos finisecular. Con razón, por influencia de las ideas robinsonianas en América Latina, podría considerarse como un precursor del pensamiento de la región.
Cabe destacar, lo apuntado por Rojas Mix (1991) en relación a la denominación de lo que Colón se encontró esta parte del mundo, en su trabajo: Los Cien Nombres de América, la cual no escapó, como algo natural en los seres humanos, en indicar un toponímico diferencial y referencial para nombrar determinados lugares, y fue de esta manera que surgieron términos tales como: Nuevo Mundo de Indias, Indias del Mar Océano, en tiempos de la llegada de los europeos (Descubrimiento), y a lo largo de la Conquista y Colonización; asimismo otros nombres, que según este investigador llegan a 100, que no viene aquí el caso nombrarlos a todos, solo referirlos para ilustrar el asunto aquí planteado.
Más cercano a nuestro tiempo, surgen los vocablos: Indoamérica (Víctor Raúl Haya de la Torre, 1930); Afroamérica, nacido por la misma época y que logró afirmarse en el campo cultural, pero, al igual que Indoamérica, no resistió la prueba del uso (Drago, 1991). Para Zavala (1967) Afroamérica, es considerada como un área de distribución étnica y cultural, la cual abarca regiones tales como: “Angloamericanas de Norteamérica, las Islas Antillanas de España, Francia, Inglaterra, Holanda y Dinamarca, las Guayanas, algunas costas españolas de Norte, Centro y Sudamérica y el Brasil portugués” (p. XIX). Este investigador la consideraba (África) la “tercera raíz cultural” por su herencia biológica-cultural. Por lo tanto es un vocablo que está lleno de imprecisiones, al igual que los otros arriba mencionados.
Además de los vocablos ya indicados, es pertinente mencionar la expresión Abya Yala, que según Carrera y Ruíz (2016) significa Tierra Madura, Tierra Viva, o Tierra en Florecimiento, empleado por los Kuna, pueblo originario de Colombia y Panamá para designar lo que luego será el continente Americano. Sin embargo, aun no se conoce a ciencia cierta hasta donde los originarios del continente de lo que hoy denominamos “América” eran conscientes de la vastedad del territorio; asimismo, surgen dudas de que un solo vocablo, de una tribu de esta latitud del mundo, haya sido el único existente para designarla, si se considera la publicación en 1812 del filólogo, Guillermo de Humboldt: Cuatro Ensayos sobre España y América, referida a las lenguas amerindias, donde afirmaba que existían una cifra importante de variedad de lenguas, dentro de las cuales señala: náhualt, otomí, maya, mixteca, totonaco, cora, guaraní, tarahumara, quechua, aymará, araucano, tarahumara, betoi, mosca, chibcha, entre otras. De modo que no es posible, atendiendo a la variedad lingüística de los pueblos clasificados por Humboldt, que el término Abya Yala, sea el nombre de esta región de manera exclusiva, pudiera ser el nombre dentro de la lengua Kuna, pero cabe además la posibilidad que tenga otros nombres en las lenguas descritas por el lingüista. Hoy por ejemplo, si pensamos en la palabra “agua”, y le asignamos nombres dentro de los distintos idiomas veremos que difieren uno con respecto a los otros: en inglés (water), en francés (eau), en alemán (wasser), en latín (aqua) y así con los demás idiomas, que se estiman hoy en 7.100, según un estudio del Whashington Post, citado por Gómez (2022).
Pasemos ahora a considerar lo que entendemos por Hispanoamérica, Iberoamérica y Latinoamérica, palabras compuestas por dos vocablos, cuyo denominador común de los tres es América. ¿Cuándo surge el vocablo América? De acuerdo con Llorente (2019), aparece por primera vez en el mapa del cartógrafo alemán Martín Waldseemüeller, en honor al explorador italiano: Américo Vespucio o Amerigo Vespucci, que ha sido considerado como el certificado de nacimiento de América. Estamos hablando del año 1507.
Ahora bien, el término hispano proviene del topónimo latino Hispania, nombre que los romanos le daban a la península ibérica y territorios asociados. Desde el 200 a. C. es mencionado por Quinto Ennio (dramaturgo y poeta: 239 A, c.-169 a. C). Sin embargo, para muchos estudiosos, esta versión latina es discutida. Para otros no parece tener origen griego, razón por la cual se han realizado distintas formulaciones teóricas, siendo algunas muy controvertidas. Actualmente, la hipótesis más aceptada es de origen fenicio, sin embargo, existen otras: una origen vascuence (que en su aserción etimológica, significa: Ciudad de Occidente), la legendaria (derivaciones de los nombres de dos reyes legendarios de la península ibérica, Hispalo y su hijo Hispano o Hispan, hijo y nieto, respectivamente, de Hércules). Naturalmente esta última opinión raya en lo mítico. De las teorías fenicia y legendaria se enunció la hipótesis integradora formulada por, Roberto Matesanz Gascón la cual explicaría las presencias: latina y griega (Wikipedia, 2023b).
El vocablo Hispanoamérica refiere la unidad de la lengua española. Miguel Sáenz considera su aparición en 1963, en el Congreso Hispanoamericano llevado a cabo Madrid: “Presente y Futuro de la Lengua Española” (Wikipedia, 2022, p. s. / n.). Sin embargo, en 1890, Juan Valera, en sus Nuevas Cartas Americanas, defendía la denominación “hispanoamericanos” frente a “latinoamericanos”, esta última defendida por Michel Chevalier en 1861, en la época de Napoleón III (presidente de la Segunda República Francesa 1848-1852) en su trabajo: “Reveu des Races Latinas” (Renacimiento de las Razas Latinas, trad. del investigador). No obstante, Valera (ob. cit.), le escribe al excelentísimo señor Don Antonio Flores, presidente de la República de Ecuador, entre otras cosas, referida a la influencia española, lo siguiente:
La unidad de civilización y de lengua, y en gran parte de raza también, persiste en España y en las Repúblicas de América, á (sic) pesar de su emancipación é (sic) independencia de la metrópolis. Cuando se escribe en español en ambos mundos es literatura española… (pp. V).
Antes, en 1899, Juan Valera, en una carta dirigida al Excelentísimo Señor Don Antonio Cánovas del Castillo, sobre este asunto escribió: “Para los circunspectos y juiciosos es resultado satisfactorio el reconocer que la literatura española y la hispano-americana son lo mismo” (p. IX). Continúa Valera sobre este asunto, de esta manera: “La crítica, la jurisprudencia, la historia, la geografía, la lingüística, la filosofía y otras severas disciplinas cuentan ya en América con hábiles, laboriosos y afortunados cultivadores” (p. XI). De esto no cabe dudas, Simón Bolívar, Simón Rodríguez, Andrés Bellos son majestuosos ejemplos. La influencia de España en América no deja de ser importante, a tal punto, que Bolívar decía, en la Carta de Jamaica, escrita en Kingston el 6 de septiembre de 1815, lo siguiente: “…en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento y nuestros derechos los de Europa…” (p. s. / n.). Lo de Valera en mi opinión, es un antecedente, pues el vocablo hispanoamericano cobra fuerza a partir de la fecha considerada por Sáenz. De modo que la argumentación de Valera es un antecedente importante para la acuñación posterior del vocablo Hispanoamérica. Cabe señalar, según Quintero (2013), que en la idea de independencia y de libertad, aparecida en el Proyecto de Unidad de la América de Simón Bolívar, El Libertador, hablaba de la América española. De modo que en los tiempos de Rodríguez y Bolívar, referirse a la parte de lo que es hoy América del Sur como Hispanoamérica es antihistórico, ahistórico… Este vocablo no deja de tener imprecisiones, por ejemplo, en América del Sur encontramos naciones que no son de habla española, como Brasil, un babel de lenguas nativas y procedentes de África.
El toponímico Latinoamérica, surge, según Ayala (2012), gracias a crónicas que en el siglo XIX que escribieron viajeros que se desplazaron por el Continente Americano, dentro de los que caben mencionar al francés Alexis de Tocqueville, quien se percató de dos razas rivales que se disputaban el Nuevo Mundo: españoles e ingleses"; y a Michel Chevalier, quien en 1835 publica "cartas" o recuentos de viaje, donde sostenía: existen dos razas: latina y germana en el Nuevo Mundo, incluso, afirma: “América del Sur es, como la Europa Meridional, católica y latina. La América del Norte pertenece a una población protestante y anglosajona” (Ayala, ob. cit., p. s. / n.). Para Moore (2022), el primer referencia de una “raza latina” en los Estados Unidos vino en la década de 1830, y se la atribuye a Michel Chevalier. No obstante, esta tesis, según Torres (2016), tiene sus críticas como se señala a continuación:
Entendemos que la denominación “América Latina” fue empleada por primera vez y de manera alterna y simultánea por Francisco Bilbao y Torres Caicedo en 1856 y no cómo lo quiere el mito en 1860 por los ideólogos de Napoleón III. Es cierto que tanto Chevalier como Poucet ya habían empleado el término y de hecho existe en ambos autores una reflexión profunda sobre el mismo, pero son casos aislados y de impacto muy discutible (p. s / n).
Amiune (2021), apoya la tesis arriba indicada al decir: que pensador y político, de origen chileno Francisco Bilbao Barquín (1823-1865), quien en una conferencia llevada a cabo en París (1856) empleó por vez el primera el término América Latina, en la que incluye a México y a América Central. Quijada (1998), sale en defensa de la Bilbao Barquín, considerando la tesis francesa de la palabra Latinoamérica como Panlatinista para promover los intereses de Francia en América [El panlatinismo es una ideología que promueve la unificación de los pueblos de lengua romance]. De estas dos visiones antagónicas, lo rescatable de ellas, es que no se puede hablar de Latinoamérica antes de 1830, razón por la cual en los textos emancipadores de Bolívar y Rodríguez se refieren a América Española. Su uso corriente, de acuerdo con Torres (ob. cit.) se popularizó universalmente hacia 1870.
Barraza (2007) describe a Latinoamérica de este modo: “… extensa región ubicada al sur de EE. UU., formadas por las naciones que se desarrollaron a partir de las colonias de España, Portugal y Francia” (Barraza, ob. cit., p. s / n). Sin embargo, para otros autores no queda muy claro en lo geo-político-cultural la denominación Latinoamérica. Para Cardona (2017) América Latina refiere un conjunto de países en la región que hablan lenguas romances (derivadas del latín: español, portugués y francés). Considera el término como un concepto etno-geográfico con una cultural similar, pero excluye a los nativos y a las personas traídas de África. Para finalizar este punto, debo señalar que el vocablo “latino” está revestido de falsedad, porque lo “latino” no tiene que ver con América, pues no incluye a Quebec (Canadá, America del Norte), asimismo al hablar de raza latina en Hispanoamérica con la presencia de indios, mestizos, negros, mulatos, es un contrasentido. En mi opinión este toponímico siempre estará enraizado entre polémicas, sin una posible solución, en términos: territorial, geográfico, cultural, étnico, político y lingüístico…
De modo que la palabra Latinoamérica no deja de ser una perogrullada, mucho más aún si se considera en relación a los pueblos originarios de América que no son un monolito cultural. Latinoamérica la integran países tales como: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guayana Francesa, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela, por supuesto con grandes diferencias no solo las arriba indicadas, sino en lo cultural. Tomemos por ejemplo, un solo país: México. De este país, ha dicho el investigador: Bonfil Batalla (1989), referidas a las culturas precolombinas, en su obra México Profundo. Una civilización negada, México, en lo cultural, en el norte de Veracruz se desarrolló la cultura “remojadas”; en Oaxaca da comienzo la cultura zapoteca y en la península de Yucatán, la influencia olmeca, las cuales sientan las bases de lo que será la cultura maya. Bonfil Batalla (ob. cit.), citando a Paul Kirchhoff, refiere a México como la distribución de un centenar de elementos culturales de muy diversa naturaleza. De modo que esta opinión complejiza más el problema alejando del horizonte una solución conceptual satisfactoria.
Pasemos ahora a revisar el término Ibero. Proviene, del río Íber, posiblemente se refiere al Ebro; otros opinan que pudiera ser otro raudal de la provincia de Huelva (España) que los textos antiguos dan testimonio de un río denominado Iberus, y un pueblo que lo denominaban Iberos. Dicho río nace en la comunidad autónoma española de Cantabria, en el municipio Hermandad de Campo de Suso, en dirección noroeste-sureste desembocando en el mar Mediterráneo formando el Delta del Ebro, en la provincia de Tarragona, municipios de Deltebre y San Jaime de Enveija, ambos en la provincia de Tarragona (Wikipedia, 2023a). Cabe recordar que el vocablo Iberoamérica es la región de América que comprende un conjunto de naciones que comparten haber sido en el pasado colonias de España y Portugal. Está conformada por países tales como: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y Venezuela (Significado de Iberoamérica, s. f.). Al igual que los dos anteriores, este vocablo apareció mucho tiempo después de la muerte de Don Simón Rodríguez. Este toponímico tiene el mismo problema a los anteriores, pues excluye a los nativos, y las gentes de variadas tribus, traída de África Occidental.
Esta disertación en las líneas precedentes, pretende contextualizar: cultural, histórica y geográficamente el pensamiento de Simón Rodríguez, que en mi opinión, surge en la America Española como Él la denominó al igual que Simón Bolívar, pues los toponímicos: Hispanoamérica, Iberoamérica y Latinoamérica no estaban en el vocabulario geopolítico e histórico de la época de estos dos grandes de América, pues son invenciones posteriores a la creación del pensamiento educativo Simón Rodriguez, lo que sí está claro, que es un precursor de un invalorable apotegma que indica la más aconsejable propuesta educativa para esta parte del Planeta. Lo que sí pueden ser considerados: precursores del pensamiento de esta latitud del mundo.
Sin embargo, con frecuencia, observamos en muchas investigaciones cometer el error de colocar en la boca de estos dos grandes personajes: estas expresiones; las cuales están al margen de la historia, por lo inexacto, y contradictorio con los hechos históricos y con ellos. Ahora bien, incluir los invalorables aportes intelectuales de estos dos colosos del pensamiento universal, como un aporte invalorable para comprender la realidad latinoamericana, y por ende como una contribución para los grandes cambios que las repúblicas de esta latitud reclaman es una cosa; y otra es declararlos pensadores latinoamericanos, pues, en sus tiempos históricos vitales las tres denominaciones estudiadas, sencillamente no existían como invención territorial y geopolítica. Sin embargo, a pesar de las contradicciones de las tres expresiones están allí, y eso no lo podemos cambiar, en mi opinión.
El viajero de la esperanza
Simón Rodríguez (expósito), razón por la cual existen dudas acerca del día exacto de su nacimiento, como lo afirman Amunátegui y Amunátegui (1854): “La fecha del nacimiento de los hijos bastardos, i (sic) sobre todo de los sacrilegios, no se conserva en las familias. La madre no repite jamás esa fecha por que le recuerda un desliz que la deshonra” (p. 232). Lo que sí dicen estos autores, que nació en Caracas, con todo acierto. Al contrario, Fernández y Tamaro (2004), al referirse a este asunto dicen que nació en Caracas el 28 de octubre de 1769 (aunque dejan claro que otras opiniones expresan que fue en 1771). Se sabe además de Rodríguez, que en su etapa de vida en Caracas estuvo vinculado al movimiento independentista de La Guaira y Caracas (1797-1799) conocido como Conspiración de Gual y España, que entre otras cosas, exigían: un gobierno republicano independiente de España, igualdad de sus habitantes ante la Ley, abolición de la esclavitud y del monopolio comercial que tenía la Compañía Guipuzcoana, y la devolución de las tierras a los indígenas. Además de lo indicado, cabe destacar la presencia de dos conspirativos de importancia en La Guaira: Picornell y Cortés quienes se habían fugado de la isla francesa de Guadalupe, responsables de la traducción e impresión de los “Derechos del Hombre y del Ciudadano”. A raíz de que esta conspiración quedó al descubierto salió del país en 1797 rumbo hacia Jamaica donde cambió su nombre al de Samuel Robinson. De allí pasa a EE. UU. (Baltimore) donde vivió por dos años. Cabe aclarar aquí que no fue una revolución marxista, ni que Rodriguez fue un pensador socialista, sino más bien de corte liberal vinculado a las ideas de la Revolución Francesa.
En el año 1801 pasa a Francia entrando por Bayona y residenciándose en París. En esta ciudad traduce al español la novela Atala, de Chateaubriand. En Europa va vivir por 22 años. Vivió en Italia, Alemania, Rusia, Prusia y Países Bajos (Groninga, Frisia, Drente, Overijssel, Utrecht, Flevolanda, Holanda Septentrional, Holanda Meridional, Zelanda, Brabante Septentrional, Limburgo). Ocampo (2007) dice que Rodríguez hacia 1800 se encuentra con Miranda en Londres. Junto con Bolívar y Fernando Toro, en 1805 viajan a Lyon Cham, pasan por Los Alpes y varias ciudades de Italia: Venecia, Ferrara, Bolonia, Milán. Juntos asistieron a la coronación de Napoleón Bonaparte como rey de Italia, el 18 de marzo. En ese periplo visitan el Monte Sacro donde el 15 de agosto hace el juramento en pro de la libertad de las colonias en manos del poder español. Luego pasan a Roma, Nápoles. Regresan a París. Ambos se encontraron con Alejandro von Humboldt. ¿Qué hizo Rodríguez en su estadía en Europa? Ocampo (ob. cit.), expresa que se dedicó a la docencia, la creación y a la dirección de algunas escuelas en español. Fue regente de una escuela en Rusia.
En 1823 se encontró con Andrés Bello en Londres. Este año regresa a América motivado por las noticias que le llegaban del Nuevo Mundo después de un largo exilio, para entonces sus ideas educativas y políticas habían madurado influenciado por el pensamiento de Montesquieu y Rousseau, entre otros pensadores. Viene imbuido de la tradición de los siglos XVIII y XIX. Tiene una idea clara sobre el destino de América de habla español: la escuela como el espacio de saber para formar los ciudadanos que se necesitan para fundar las nuevas repúblicas. Para Simón Rodríguez la educación popular sentaría las bases para crear una nueva sociedad. Un modelo educativo que enseñe los deberes y derechos que la nueva sociedad exige. Esto debe descansar, según Rodríguez en tres principios fundamentales: libertad, igualdad y autoeducación. En este modelo la presencia del Estado es fundamental al lado de la economía y la vida social, lo que se traduce en progreso y prosperidad, según su entendido.
Animado por los grandes acontecimientos en la América del Sur regresa en 1823 a la América del Sur para llevar a cabo la Segunda Revolución: a través de sus ideas educativas cuyo fin principal es formar ciudadanos para establecer la República. En 1824 establece en Colombia la primera “escuela-taller”. Ese mismo año fue titulado “Director la Educación Pública, Ciencias, Artes Físicas y Matemáticas” y “Director de Minas, Agricultura y Vías Públicas” de Bolivia, atendiendo el llamado del Libertador (Simón Rodríguez, elbibliote.com, s. f). En Bogotá, Colombia crea la “Casa de la Industria Pública” para dotar a los estudiantes de un oficio que les permita vivir. En Arequipa organizó una escuela; en el Cuzco, fundó un colegio para varones y otro para niñas, un hospicio y una casa de refugio para los desvalidos. En 1826 pone en funcionamiento una Escuela Modelo, que rápidamente alcanzó los 200 estudiantes (Fernández y Tamaro, 2004).
Eu su último periplo por la América española, hasta sus últimos días puso en práctica sus ideas educativas y siguió escribiendo sobre este tema. Su intención, llevar a cabo la revolución pendiente: la educativa, la cual llevó a la práctica no sin muchas decepciones y contratiempos, pero siempre seguro de que la ignorancia es hermana gemela de la esclavitud, y que la única manera de salvar a la America del Sur era llevar adelante su proyecto educativo dirigido tanto a jóvenes como adultos. En 1854, muere en Amotape, Perú un 28 de febrero.
Una Revolución con catarata que poco le falta para precipitarse en cascada
Este subtítulo lo tomé de la obra de Simón Rodríguez: Luces y Virtudes Sociales (1840), porque este avatar de la educación de América sabía que la Revolución de Independencia contra España había derrumbado el orden establecido en America por Ésta, y había que establecer uno nuevo, el cual requería grandes sacrificios que Él denomino la “Segunda Revolución de Independencia”, que debía comenzar por los campos para luego pasar a las Escuelas Técnicas, que era de algún modo para el Maestro de América: la “Revolución Postergada”. Reiteraba lo trascendente en las otrora colonias españolas en educar, enseñar a aprender, en tal sentido cabe citar esta célebre frase de Rodríguez (1840, p. 353-354), que resume su pensamiento educativo innovador:
… y se concluirá que la INSTRUCCION PUBLICA en el siglo 19 pide MUCHA FILOSOFIA que el INTERES JENERAL (sic) está clamando por una REFORMA y que la AMERICA está llamada por las circunstancias, á (sic) emprenderla atrevida paradoja parecerá.... ....no importa.... los acontecimientos irán probando, que es una verdad muy obvia la América no debe IMITAR servilmente sinó (sic) ser ORIJINAL (sic).
Rodriguez: recomienda tomar lo útil de Europa, dejando de lado lo inútil, lo que Él denomina imitar con juicio e inventar lo que falte. “COLONIZAR el país (sic) con.... SUS PROPIOS HABITANTES y para tener COLONOS DECENTES INSTRUIRLOS en la niñez” (Rodríguez, ob. cit., p. 355), Este un consejo es irrenunciable e impostergable, para fundar repúblicas en la América del Sur. No olvidemos que la independencia no cubrió las expectativas esperadas, pues, para decirlo con palabras de Arturo Uslar Pietri habíamos pasado de una tiranía extranjera a una tiranía criolla, que a su vez, Manuel González Prada (1844-1918) a finales del siglo XIX decía que luego de la independencia del Perú, el Estado peruano servía a los intereses de la oligarquía, y los indios seguían siendo explotados luego de fundada la República, bajo lo que él llamaba la trilogía embrutecedora del indio (la oligarquía criolla, la iglesia y los terratenientes o gamonales).
En este orden de ideas, el 9 de noviembre de 1830, Simón Bolívar le escribe una carta, desde Barranquilla al general Juan José Flores, y en un tono de frustración, le dice:
…yo he mandado 20 años y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos. 1°. La América es ingobernable para nosotros. 2°. El que sirve una revolución ara en el mar. 3°. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. 4°. Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas. 5°. Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos. 6°. Sí fuera posible que una parte del mundo volviera al caos-primitivo, este sería el último período de la América (p. s / n).
En atención a lo indicado por Bolívar, no sin razón, Simón Rodríguez (1840), escribió, en su obra Luces y Virtudes Sociales, lo siguiente: “Descríbase una peste y se describirá una revolución” (p. 56). Esta cita Simón Rodríguez la reitera en su obra Sociedades Americanas (1828, pp. 196, 206). Signada, según Bolívar (ob. cit.) por la ideología exagerada, la demagogia, los asesinos, facciosos, y la multitud sigue con audacia sin examinar la justicia o el crimen de los caudillos. En 1828 había advertido Simón Rodríguez, en su obra Sociedades Americanas, todas las revoluciones tienen padres; pero no todas tienen sucesores, las revoluciones son producto de las circunstancias, no de proyectos, sus esfuerzos son de la juventud que obra más por pasión que por cálculo. La situación de América no es el de la Independencia sino más bien el de una suspensión de las armas. Sur América está sin artes ni ciencias además de ser improductiva, sumado a la inmoralidad religiosa y política (Rodríguez, 1828).
Simón Rodríguez, en su libro publicado en Arequipa en 1830, titulado: El Libertador del Mediodía de América y sus Compañeros de Armas Defendidos por un Amigo de la Causa Social, referido a la difícil situación que vivía la América del Sur, decía, lo siguiente:
Hay tiempos en que, para oprobio de la raza humana aparecen, en la escena de las revoluciones, ciertos hombres perversos que, prevalidos de la confusión y del trastorno de la sociedad alucinan á (sic) la incauta multitud con palabras halagüeñas, hasta consumar sus criminales aspiraciones de dominación. Careciendo estos hombres abominables, del honor y virtudes que son necesarias para desempeñar el papel de Conductores ó (sic) Jefes de una nación se entregan ciegamente á (sic) toda clase de iniquidades y de delitos para sostenerse en un mando (pp. 81-82).
Si una cosa tiene claro Simón Rodríguez, es que la tarea principal de su propuesta educativa debe apuntar en vencer estos obstáculos heredados de la emancipación de la América española, de España, pues revertir la anarquía, la ignorancia, la falta de probidad es de vital importancia para fundar Repúblicas. Nunca antes la América española le había asignado a la educación una de las tareas tan trascendente, que aún en nuestros tiempos, sigue vigente. Sin este paso tan decisivo tendremos repúblicas de papel, escritas en todas partes, pero en ninguna cristalizada, señalaba Rodríguez. Las nacientes repúblicas siempre estarán amenazadas por lo que Simón Rodríguez denominaba al tirano monstruo abominable, lobo hambriento usurpador y falsos profetas armador de tramas e intrigas. Se proponía hacer una revolución no con la espada, sino con la pluma. Quizás, por lo indicado por Rodríguez referente a las críticas a la Revolución de Independencia, esta sea la razón por qué desde aquellos tiempos de juventud en 1797-1799, cuando tan solo tenía 28 años, cuando se involucró en la Conspiración Gual y España, que le costó su destierro, jamás volvió a participar en movimientos similares. Su ausencia de América del Sur fueron años de reflexión, de estudio, preparando la Segunda Revolución: la educativa. A su vez cuestionó, de manera severa los resultados obtenidos por la Guerra de Independencia. Recordemos lo que escribió Rodríguez en 1828 en Sociedades Americanas: “La época actual, en América, es el tiempo crítico de las revoluciones… tiempo de rivalidades: porque, (como en todas las cosas) la naturaleza quiere perpetuidad de acción, no de personajes” (p. 20). Sin embargo, por toda la América del Sur desfilaron caudillos de todos los colores cuyo fin supremo fue perpetuarse en el poder: un agrio destino para la ciudadanía y las nacientes repúblicas.
Los partidos el mayor obstáculo para su proyecto de educación popular
Cabe recordar, en este punto, los artículos escrito por Simón Rodríguez en 1840 en Diario El Mercurio, Valparaíso, Chile, de carácter filosófico intitulados: “Partidos” donde reflexiona entre otras cosas, sobre los obstáculos que urgentemente se deben superar para lograr la “Revolución Educativa”. Dichos escritos, son de carácter filosófico que Él denomina: razón y opinión. En el Artículo 1, al referirse al vocablo partido, tan polémico, dice: “E1 sentido primitivo de la palabra PARTIDO es un todo hecho partes” (p. 313). De la que Él se expresa como oposición, repulsión, enemistad, como lo entiende el vulgo, y no como distintas visiones en busca de consenso. Más adelante señala: “Es un falso concepto el creer que para entenderse sobre el modo de obrar, y sentar un principio que regle este modo, sea menester Reñir: el resultado sería una guerra perpetua, por consiguiente la aniquilación” (p. 314). Esta idea deja claro que lo más civilizado en una República, no es reñir, sino, lograr acuerdos, consensos para no caer en la anarquía o en una guerra perpetua, como aconteció en la Venezuela del los siglos XIX y principios del XX. ¿Acaso no es una guerra perenne lo que aconteció en los siglos XIX, XX, y lo que va del XXI venezolano entre el chavismo y la oposición?
En Partido, Artículo 2, deja una crítica clara referida a la irracionalidad reinante luego de la Independencia de la América Española, cuando señala lo siguiente: “La pobre RAZON se oye invocar sin haber concurrido, y padece inocentemente, sin poder defenderse. Su nombre resuena en las asambleas envuelto en opiniones y en pareceres y con dolor se oye despreciar” (p. 315). Denuncia el agravio, la falta de virtudes sociales y republicanas, en un mundo de pareceres y opiniones sin fundamentos. Por ello, en el Artículo 4, condenando la falta de razón expresa: “Está demostrado que la opinión es un parecer envejecido, y probado que la opinión no llega nunca á (sic) ser razón… Apelar á la opinión pública solo porque es pública para tener razón, es lo mismo que estarse ahogando y manotear para recoger aire en medio del agua (p. 318). Cabe destacar que la opinión, no necesariamente es conocimiento, realidad y verdad; en muchos casos es lo contrario, en este sentido, era un peligro para la República.
Referente a los asuntos públicos (Partidos, artículo 5) dice que representan la expresión general del Estado, de las ideas sociales, las cuales visibiliza si los pueblos están civilizados o no. Además se hace necesario formar la opinión pública de los republicanos. Claro está, en su criterio se debe evitar la opinión pública exagerada que la considera en una “enfermedad mental”. En Partidos, Artículo 6, dice: “La opinión pública exagerada es una enfermedad mental, que como todas las enfermedades es más fácil de conocer que de curar” (320). Continúa en este artículo con una severa crítica a las opiniones mal fundamentadas, muy común entre los políticos de su tiempo (fanfarrones) luego de concluida la guerra de independencia, y en mi opinión, todavía en el nuestro.
En Partidos, artículo 7, refiriéndose a la parte jurídica expresa: “hacer un pueblo legislador es obra muy laboriosa y esta es la que ha empobrecido la América española” (p. 322). Dice que esta tarea, teniendo como antecedentes que la legislación indiana en muchos casos no era respetada, complica las cosas en la vida republicana, porque ese irrespeto deriva de la monarquía española a la cual estuvo adscrita parte de America. Esa es una preocupación para Rodríguez, dentro de sus aspiraciones, a este respecto espera ver a los americanos viviendo en orden, unión, paz y amistad (ibídem).
En Partidos, artículo 8 se refiere a los maestro en términos. “piensen los padres y los niños pensaran” (p. 324). Esto naturalmente tiene que ver con la educación de padres a hijos, elemental para forjar a la ciudadanía. En este artículo hace una severa crítica a la ideología, refiriéndose a Destutt de Tracy, su creador, en estos términos: “Destut (sic) de Tracy!? ideolojía!? (sic) matemáticas!? ciencias de observación!? Son las exclamaciones voladas, que ruedan en la impugnación, para ridiculizar el proyecto de enseñar á los niños á pensar” (p. 324). El término ideología fue duramente criticado por Napoleón Bonaparte, quien decía que los ideólogos veían ideas en su cabeza, pero no observaban nunca la realidad. Y esto no dejaba de ser una calamidad política, que solo intereses de carácter partidista y de la partidocracia.
Revisa, en Partidos, artículo 9, el arte de gobernar, de esta manera: “En el arte de gobernar como en otros, Política es saber tomar medidas que piden las circunstancias, para asegura el buen éxito de una empresa… tratando con hombres manejo, intriga, maniobra, artería nó (sic) son condiciones de la Política” (p. 325). En virtud de esta afirmación, dejó claro que Rodríguez, al igual que Bolívar, abogaban por un gobierno de carácter liberal, y que las tomas de decisiones no son fáciles de llevar, si la ceguera de los hombres es su aliada.
En Partido, Artículo 10, referido a la opinión pública, dice:
…al fin la opinión JENERAL (sic) viene a ser que el acto solemne de la Soberanía del Pueblo se celebre á (sic) pedradas ó á (sic) palos vivan las Repúblicas (dice con sorna el realista, espectador de la reyerta) Vivan tus reyes (le responde un incógnito que tiene al lado) vivan tus reyes protectores de la ignorancia. Esos que ves peleando no Son republicanos—son, como tú... VASALLOS opinión es palabra nueva entre ellos: la dicen cuando pelean, pero no pelean por ella. Tú debes saber que en los países donde el Monarca es absoluto, opinión es voz de privilegio para consejeros: fuera de la Sala, nadie la dice porque no la conoce. Para ti, debe ser tan nueva la voz como la observación (p. 328).
Cuestiona, en este artículo, lo limitado que está en las monarquías y las tiranías: la libertad de expresión, obediencia sin voz, y ejercicios de vasallos, donde la palabra no tiene ecos en las repúblicas, cuestiona una sociedad silenciada, pues a criterio de Rodríguez, la crítica, en la República es esencial, pues le dice al gobernante que está haciendo bien y que no. El republicano es en alguna medida un árbitro, que juzga las acciones buenas y malas del gobierno. Claro, esto es válido para el ejercicio de la ciudadanía en la República. Por ello insiste, que para haber repúblicas hay que formar republicanos, y este es uno de los papeles trascendentales de la Escuela. De otra manera se emprende una empresa de circo, no de gobierno...
Una gran tarea educar a niños, y en la adultez a ciudadanos para fundar República
Este es un axioma en la obra educativa de Simón Rodríguez: “No existe República sin republicanos”, y en su opinión, es la Escuela la que debe formarlos, para que existan Repúblicas. Esto define en líneas generales su propósito educativo para niños y adultos. En su obra Luces y Virtudes sociales escrita en 1840, expresa:
Sobre las LUCES y sobre las VIRTUDES Sociales. SUJETO de las Luces y de las Virtudes: el hombre en Sociedad. OBJETO de la Instrucción: la Sociabilidad FIN de la Sociabilidad: hacer ménos (sic) penosa la vida. COMUNICACIÓN de las Luces y de las Virtudes: métodos y modos de instruir. PROPAGACION de la Instrucción: Escuelas su número su organización” (p. 348).
Rodríguez consideraba al Gobierno como Padre Común de la Educación, al igual que Bolívar, y como uno de sus principales deberes. La Instrucción Pública actual, bien vista, no es otra cosa que un establecimiento hecho por el Gobierno, y la curiosidad de los ciudadanos una “fuerza mental que se opone á (sic) la ignorancia”, señalaba. En Sociedades Americanas, escrita en 1828, considera como siempre útil instruirse, y la escuela debe ser para todos, pues, en las nacientes repúblicas es menester formar ciudadanos, que garantice una educación de carácter social, la cual requiere mucha Filosofía signada por una oportuna reforma; y que la América está llamada por las circunstancias a llevarla a cabo; asimismo, no debe ser una servil imitación europea, sino ser original. Como toda reforma, debe realizarse de manera gradual, pues la América comienza a abrir los ojos al mundo político.
En 1849, dice Rodríguez, en su obra Extracto sucinto de mi obra sobre la educación republicana: “Yo he pensado y trabajado mucho en la enseñanza y me he convencido de que, la primera escuela es la que debe, ante todas cosas, ocupar la atención de un Gobierno liberal” (p. 279). Sobre este particular, señala De los Reyes (2014): “Una educación que buscará crear republicanos. Su fin era formar un nuevo hombre. Aquel que pudiera dar vida independiente a las nuevas repúblicas sudamericanas” (p. s / n). En atención a este señalamiento referido al Maestro de América, el propósito de la Escuela es sentar las bases para la educación republicana, que a su criterio debe ser promovía por un Gobierno Liberal, cuyo fin, según su entendido, es cuidar de sus ciudadanos, pues, la ignorancia de los principios sociales son las causas de todos los males. No habrá nunca verdadera sociedad, sin educación social. Promovía además la educación doméstica, durante su infancia; y otra durante su juventud: de carácter profesional, y de manera permanente.
Cabe recordar que un gobierno liberal es aquél que promueva la libre expresión de opinión, un Estado Liberal que define un Estado de Derecho, y que le ofrece al individuo la seguridad jurídica de no estar controlado por los caprichos del poder. No aboga por un gobierno socialista, jamás empleó ese término. Claro está, el término “Gobierno Liberal” hay que entenderlo de la manera que era entendido en su tiempo, pues las apreciaciones conceptuales, sobre todo en el campo político, cambian por razones diversas, y una de las causas más comunes, es la arbitrariedad como se emplea revestido de manipulaciones, o de análisis sin contextualización histórica, muchas veces sin mala intención manifiesta, más por ignorancia. Recordemos: el liberalismo del siglo XIX era una postura filosófica, política y económica que suscitó la libertad del ser humano, su igualdad política y jurídica ante la Ley y la búsqueda del progreso material de las nacientes naciones, de acuerdo con los postulados de la Revolución Francesa.
Además de lo indicado, Rodríguez (ob. cit.) critica severamente lo que llama “Escuelas Políticas”, encubierta con la cubierta con religión, disfrazadas de Educación Popular, embaucadoras de los pueblos. En las repúblicas, las escuelas son de naturaleza política, pero sin pretextos y disfraces, es decir una acción educativa hacia los ciudadanos sin distinción, y sin usufructuar de ella con fines partidistas. Aboga además por una educación de carácter laico. Condenó, en Sociedades Americanas, hacer negocio con la educación. En la formación de los jóvenes varones decía que debían aprender tres oficios: carpintería, albañilería y herrería. Para las jóvenes: las propias de su sexo. Discernía claramente dos tipos de educación una para los párvulos (niños de corta edad y otra para adultos). En 1845, en su obra: Consejos de amigo dados al Colegio Latacunga, dice: “La empresa de la Enseñanza debe ser general y constante. Su importancia exige que haya en ella Maestros Sabios, Hábiles, Irreprensibles, y con vocación para enseñar” (p. 300). Sostenía hacia 1845 (ob. cit.) que las escuelas se dividen en dos especies: unas para niños decentes, estas son Enciclopédicas, para hacer sabios a 10 años; otras, para la morralla (Conjunto de cosas diversas de escaso valor).
Además de lo arriba indicado, para Simón Rodríguez, la América del Sur, decía en su libro publicado en Arequipa en 1830, titulado: El Libertador del Mediodía de América y sus Compañeros de Armas Defendidos por un Amigo de la Causa Social, que la situación era difícil, y la expresa en estos términos:
La América Española pedía dos revoluciones á un tiempo, la Pública y la Económica… la primera el jeneral (sic) Bolívar las había vencido… los obstáculos que oponen las preocupaciones á la segunda, son enorme -el Jeneral Bolívar emprende removerlos, y algunos sujetos, á (sic) nombre de los pueblos le hacen resistencia en lugar de ayudarlo- Sedientos de venganza, por injurias supuestas, o ciegos de ambición por empleos que quizá no pueden desempeñar (p. 9-10).
La rivalidad imperante, la anarquía eran abismos insondables que tenían que superar los americanos de estas tierras para crear las nuevas repúblicas ausentes de republicanos, de ciudadanos, por lo que imponía una Segunda Revolución: educativa. El poder arbitrario y la ignorancia son los síntomas de la América luego de la Independencia, según Simón Rodríguez. En el pensamiento de Rodríguez (ob. cit.) el gobierno republicano debe ser baluarte de la defensa de los pueblos, un gobierno popular que ataque tres enfermedades: (1) la indiferencia general, (2) el ataque por parte de los gobiernos a los principios liberales y (3) y la imposición de silencios, frente a cualquier actitud crítica, pues la autoridad pública está llena de resentimiento. En este mismo tratado, el Maestro de América abogaba por un gobierno republicano donde sus ciudadanos aprendan a juzgar a sus conciudadanos lo cual es uno de sus principales deberes con relación al orden público, pues emitir su voto es común a todos los republicanos. De modo que se tienen tres cosas pendientes: formar republicanos, educar para el trabajo y que la escuela sean instrumento de sociabilidad para niños, jóvenes y adultos sin distingo social. Sino su simpleza lo hará despreciable por su ignorancia.
Cabe destacar en este punto, lo que refiere Simón Rodríguez (ob. cit.), de lo dicho por Bolívar, sobre este particular: “—su Independencia Política fue su principal objeto, y lo conseguí— emprendí la obra de su libertad civil, y por todo frutos de mi primeros y de mi segundos servicios, no he recavado sino insultos y amenazas—” (p. 116). Recordemos la Independencia destruyó parcialmente el orden existente, proponía y requería una nueva forma de organización política, económica y social en la que la educación jugaba un papel esencial. En palabras de Rodríguez (ob. cit.), las revoluciones políticas como las materiales tienen tres etapas: perturbación (se vence a las fuerzas de asociación), reacción (las parte vencidas retroceden hacia un centro de reunión) y continuación (retornan su curso, donde la fuerza mayor determina), siempre con alteraciones notables, explica Rodríguez.
Sobre el Proyecto de Educación Popular Rodríguez (ob. cit), los estudiantes deben disfrutar de alojamientos, vestidos, alimentos y recibir instrucción moral, religiosa y social. Debe tener un presupuesto asignado por el Estado, en cada Departamento. El objetivo era acostumbrar al hombre al trabajo para que sea útil. El Director de semejante responsabilidad debe tener más aptitudes que el Presidente de la República, dentro de las cuales destaca: moralidad, espíritu social, conocimiento práctico y consumado de artes (Rodríguez, ob. cit.).
En las nacientes repúblicas de la América española, según el entendido de Simón Rodríguez la gran tarea era formar republicanos, en este contexto, concebía la educación y la política como las dos caras de una misma moneda; su educación estaba constituida de una profunda convicción política que iba en dos direcciones: formar sociabilidad y formar para el trabajo, su principal instrumento: la Escuela. Recordemos que la caída del orden colonial generó tres problemas esenciales: (1) caudillo de todos los colores como lo había advertido El Libertador en 1830, en tono pesimista sobre el destino de América del Sur, en su carta dirigida al general Juan José Flores; (2) una sociedad que tenía que aprender a vivir en República; y (3) la formación de arte y oficio en los ciudadanos, lo que solo era posible a través escuela como ente transformador para impulsar la Economía. La ignorancia en la ciencias, las artes y oficios era notoria.
El Estado Padre Común dirige de la Educación para los republicanos
Una de las medidas en el campo político, referida a la educación, decía Simón Bolívar (1825) en el Proyecto de Instrucción Pública, son las siguientes:
El Gobierno forma la moral de los pueblos, los encamina a la grandeza, a la prosperidad, y al poder. ¿Por qué? Porque teniendo a su cargo los elementos de la sociedad, establece la educación pública y la dirige. La nación será sabia, virtuosa, guerrera si los principios de su educación son sabios, virtuosos y militares: ella será imbécil, supersticiosa, afeminada y fanática si la cría en la escuela de los errores. Por esto es que la sociedad ilustrada, han puesto siempre la educación entre las bases de sus instituciones públicas (p. 123).
En la misma idea de Bolívar, el Proyecto Educativo Robinsoniano se estructura con la creación de varias escuelas a cargo de una dirección general para la ciudad de Caracas. Cuyo maestro principal es el Director, teniendo asimismo la responsabilidad de Inspector. Proclama la necesidad de educar a todos los niños (niños y niñas), sin diferencia de razas y castas sociales, en igualdad de condiciones. Es primordial enseñar: las letras y las aritméticas, y por igual las artes mecánicas. La escuela pública debe facilitar un aprendizaje práctico de las artesanías propias del momento: carpintería, cerámica, fundición de metales, etc., a los varones; a las niñas las labores propias de su género (De los Reyes, 2014).
Simón Rodríguez (1794), en su obra: Estado Actual de la Escuela y Nuevo Establecimiento de Ella. Primera Parte Estado Actual de la Escuela Demostrado en Seis Reparos, en el Reparo Sexto Se burlan de su formalidad y de sus reglas, y su preceptor es poco atendido, no deja dudas que es el Estado que se debe ocupar de la educación de los futuros republicanos como veremos. Dice, el propósito de la Escuela Pública no tiene otro objetivo sino suplir a los padres de los niños, bien sea por ignorancia o porque debido a sus ocupaciones no se lo permiten. Estas son unas de las razones de dejarla a cargo a otras o personas o terceros (maestros). Los que la necesitan deben aceptar los preceptos, sus métodos con sus constituciones. Por dos razones, según Rodríguez: (1) porque tiene la aprobación de los padres, y (2) por el beneficio que le ofrece. Aunque deja claro que los responsables de la educación e instrucción de los hijos: son sus progenitores, razón por la cual deben estar agradecido con los maestros, no sin suplicarle por llevar adelante tan difícil misión. El maestro es su Preceptor además de tener el honor servirles (Rodríguez, 1794).
La tarea de maestro, en una difícil empresa de llevar a cabo por parte de los padres, pues la mayoría de ellos no disponen del tiempo para enseñarle o no están formados para lo que la escuela puede ofrecerle en relación a las áreas: lengua, matemáticas, historia, entre otros conocimientos. Rodríguez (ob. cit.) en relación a esto ejemplifica la cuestión de esta manera:
Admite un pobre artesano en su tienda los hijos de una vecina para enseñarlos a leer: ponerlos a su lado mientras trabaja a dar voces en una Cartilla, óyelos todo el vecindario; alaban su paciencia; hacen juicio de su buena conducta; ocurren a hablarle para otros: los recibe: y a poco tiempo se ve cercado de cuarenta o cincuenta discípulos (p. 26).
Este ejemplo deja claro, sin lugar a dudas que deben ser los maestros quienes tienen la misión de enseñar a los niños de las nacientes repúblicas de la América española. Las ideas educativas, tanto de Simón Rodríguez y como en Simón Bolívar son los fundamentos filosóficos que le otorgan al Estado venezolano, la potestad de dirigir la Educación Pública. Como se puede ver, ya desde sus primeros trabajos, Rodríguez tenía una idea cristalizada del papel de la educación en las nacientes repúblicas de la America española. Esto se aprecia, en la Segunda Parte. Nuevo Establecimiento, del documento de Simón Rodríguez, antes citado, donde dice que para la atención debida de los estudiantes, se requieren elementos tales como: (1) número de escuelas; (2) constituciones; (3) modo de incorporar los discípulos en las escuelas; (4) pensiones y su aplicación, (5) gastos comunes; (6) construcciones de muebles; (7) gratificación de pasantes; (8) horas señaladas para el ejercicio de las escuelas; (9) actos públicos de religión; (10) asuetos; (11) recreos; (12) exámenes; (13) estados mensuales; (14) premios; (15) distinciones; (16) fiestas, (17) casos en que debe ser depuesto el director; (18) casos en que deben ser depuestos los maestros subalternos, (19) casos en que deben ser despedidos los pasantes, (20); casos en que deben ser expelidos los discípulos de las escuelas; y (21) dotaciones. Estos requerimientos deben ser suministrados por el Estado.
Cabe destacar que Rodríguez (ob cit.), combate severamente la educación de carácter clasista de la colonia, en el subtitulado, Nota, del documento arriba comentado, se expresa en estos términos: “Si atendiendo a la necesidad que igualmente hay de escuelas en que se instruyan los niños pardos, y morenos se viene en proceder a su establecimiento: desde luego será muy justo, que se rija, y gobierne por el mismo director, y en los mismos términos” (Rodríguez, 1794, p. 39). Además de lo indicado, recomienda, que las escuelas que funcionen en las provincias sigan estos preceptos. Igualmente convendrá que todas las que se erigieren en la provincia tomen el modelo de las principales y estén sus maestros sujetos en todo el método que se les prefije por el Director; y si se tratase de nombrarlos en esta ciudad sean preferidos los pasantes.
Tiempos de desesperanza
Al final de sus días, sigue escribiendo y trabajando sobre educación, pero se encuentra con un tono de desilusión, aunque nunca dejó de trabajar en su proyecto educativo, como lo demuestra lo escrito en una serie de cartas, donde refiere la incomprensión de la gente, que lo sigue a todos los lugares. Jorge y Rosales (Comps.), presentan en la edición: Simón Rodríguez, Obras Completas (2016), 26 cartas, tituladas: “Cartas a distintos corresponsales”, correspondientes a la etapa americana, las cuales fueron escritas entre el 30 de noviembre de 1824 y el 26 de noviembre de 1853. Sus destinatarios fueron: Simón Bolívar (4), Diego Ibarra (1), Secretario del Libertador (1), General Salom (1), General Otero (1), Manuel Carvajal (1), Bernardino Pradel (5), Santiago Duquet (1), Pedro Fernández (1), Obispo Torres (2), Roberto Ascázubi (3), José Ignacio París (2), Anselmo Pineda (2) y General Moran (1). De estas epístolas, pasaré a comentar brevemente, algunas de ellas referidas a lo concerniente a lo que me ocupa en este ensayo: la educación, 4 dirigidas a Bolívar, y 1 al coronel Anselmo Pineda. Naturalmente sigo la numeración asumida por Jorge y Rosales (Comps.).
Desde Guayaquil, el 30 de noviembre de 1830 le escribe a Bolívar en la Carta No 1 su deseo de entregarle “muchas cosas escritas” para su país, en la cual expresa el temor que se pierdan, de allí su deseo de encontrarse con El Libertador. Los trabajos naturalmente se refieren a su Proyecto Educativo. En la Carta No 2, escrita desde Guayaquil 7 de enero de 1825 a Bolívar, su propósito educativo es claro, cuando dice, entre otras cosas, lo siguiente: “Yo no he venido a la América porque nací en ella… y me agrada porque es buena, porque el lugar es propio para la conferencia y para los ensayos, y porque es U. quien ha suscitado y sostiene la idea” (p. 666). Rodríguez sigue firme en su propósito educativo (Segunda Revolución de Independencia), como se puede observar en ambas cartas. No dejando además de mantener una actitud dirigida hacia la educación para el trabajo, para mejorar la industria de los nacientes gobiernos de las naciones libertadas. Ideas apoyadas por Bolívar referidas al Proyecto Educativo Robinsoniano. Le escribe a Bolívar en la Carta No. 5, desde Chuquisaca, el 15 de julio de 1826, exigiéndole dinero para cancelar los honorarios del carpintero francés contratado para la enseñanza del oficio de carpintero. En la Carta No. 7, escrita a Bolívar desde Oruro, Bolivia, el 30 de septiembre de 1827, en un tono denunciante refiere el desprecio y la apatía hacia su propuesta escolar, de esta manera:
Dos ensayos llevo hechos en América, y nadie ha traslucido el espíritu de mi plan. En Bogotá hice algo y apenas me entendieron: en Chuquisaca hice más y me entendieron menos; al verme recoger niños pobres, unos piensan que mi intención es hacerme llevar al cielo por los huérfanos y otros que conspiro á desmoralizarlos para que me acompañen al infierno (p. 673).
Este texto revela algo de pesimismo de su parte por la incomprensión de la gente, sin embargo, nunca se detuvo en su acción libertaria, siempre supo, lo difícil que iba a ser su tarea de formar republicanos, pues para muchos Rodríguez era un excéntrico, un hombre de extrañas ideas, no sin razón expresaba, en dicha carta: “para hacer repúblicas, es menester gente nueva” (ibídem). Incluso, con Sucre tuvo desencuentros, como lo revelan, estas líneas:
En Chuquisaca, Sucre me reprende como a un lacayo.... No sé lo que habrá dicho, porque me salí de su palacio sin darle ni pedirle cuentas…me ha tratado de caprichoso.... debo perdonárselo, porque no sabe o no quiere distinguir de sentimientos, ni de acciones; caprichoso es el necio.... firme es el hombre sensato.... El capricho se sostiene con la terquedad - la firmeza es propia de la razón (ob. cit., p. 674).
Esta cita y la anterior, nos da una idea de los contratiempos a que tuvo que enfrentarse Simón Rodriguez para llevar a cabo la Revolución Educativa, además de lo ya indicado, más aún si consideramos que Sucre era uno de los hombres más cercano a Bolívar, sin embargo, tuvo grandes discrepancias con el Mariscal de Ayacucho. Asimismo, si se le suma las malas gestiones de gobierno, la empresa de formar repúblicas es un caos. En este orden de ideas, referiré en este aparte, la Carta No. 24, dirigida a Anselmo Pineda, desde Túquerres, Colombia, el 2 de febrero de 1847, en ella se observa un pesimismo en relación a los gobiernos y el destino de América libertada, en estos términos: “El gobierno americano.... al parecer… es una torpe imitación, del peor de su género... (Ave María purísima! Este viejo está condenado en vida! (dirán los miembros de ambas cámaras)” (p. 704). Por ello, no sin esperanzas, deja para la posteridad, esta frase:
…el Gobierno más perfecto de cuantos pueda imaginar la mejor política! es el modo de dar por el pie al despotismo... esto es... ( y esto es, mil y mil veces) si se instruye, para que haya quien sepa y si se educa, para que haya quien haga. Casas, lugares, provincias y reinos rivales, prueban mala crianza (p. 705).
Estas palabras escritas al final de sus días, denota que nunca perdió la esperanza en la educación no solo para formar para el trabajo, demoler la ignorancia y formar republicanos; sino que vio en ella además, una manera de combatir, la tiranía, la opresión, la autocracia, la arbitrariedad, y tanto otros males nocivos para los pueblos. En atención a las líneas precedentes, Simón Rodríguez, considera trascendente la crítica a las nacientes repúblicas, para mejorar el desempeño del Gobierno, por ello, en 1843, en su obra: Critica de las providencias del gobierno, dice: “CRITICAR no es Sindicar ni Detraer, sino JUZGAR —i (sic) juzgar es atender a la razón que se descubre en las cosas o en las acciones, por Comparación” (p. 521). Sin embargo, es probado en la práctica, que para construir un Gobierno Justo, requiere un ascenso social con muchos contratiempos y dificultades, sobre todo, porque muchos políticos no son fáciles de seducir con nuevas ideas y hacerlos entender cuando obran equivocadamente en su gestión de gobierno; en cambio, los gobiernos, llegan con más facilidad a la tiranía y despotismo, porque de acuerdo con Rodríguez (ob. cit.): “La mayor fatalidad del hombre, en el sentido social, es no tener, con sus semejantes, un común sentir de lo que CONVIENE A TODOS” (p. 524). Luego de la muerte de Bolívar, aquellas palabras dirigida al general Juan José Flores, en la epístola de noviembre de 1830 tomaron cuerpo en la América ya no española, sino criolla, por lo cual la Segunda Revolución de Independencia tuvo que ser postergada nuevamente.
La proliferación de caudillos de todos los colores en la América libertaria, fue un vaticinio de Bolívar fundamentado en la pluralidad de visiones que comenzaron a surgir entre los que lucharon a su lado en la causa emancipadora y Él; hacia sus últimos días, el ambiente político daba señales de la anarquía que venía. De parte de ello sí fue testigo el maestro Simón Rodríguez, quien vivió 24 años más tarde. De modo que este pronóstico del Libertador no partió de su imaginación prolífera para crear una red de argumentos de conspiraciones (teorías de conspiración), traiciones y ambiciones debido a sus facultades adivinatorias como lo hacía la Pitia que presidía el Oráculo de Apolo Delfos, no; pues había sido víctima de infamias e incluso atentaron contra su vida, varias veces, de la que cabe mencionar en este espacio, la Conspiración Septembrina, llevada a cabo por Francisco de Paula Santander el 25 de septiembre de 1828. Sin embargo, solo vio el comienzo de lo que fue (en el caso de Venezuela), las divisiones, etapa inicial de lo que fue en adelante: las guerras civiles protagonizadas por caudillos que una época lucharon a su lado por la causa de la Independencia; y de otros oportunistas salidos de las sombras, desconocidos hasta ahora: los terratenientes y la burguesía comercial. El 10 de diciembre de 1830, dicta su Última Proclama a su sobrino Fernando Bolívar, en la que en el último párrafo, expresa: “Mis últimos votos son por la felicidad de la Patria. ¡Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro” (p. s / n.). Esta afirmación deja fuera de toda duda lo argumentado en líneas precedentes.
En este contexto, cabe citar el trabajo de De Armas Chitty (1976) titulado: Vida Política de Caracas en el siglo XIX, donde expresa, entre otras cosas, que el año de 1830 fue una disyuntiva. Destruida la coexistencia desde la Convención de Ocaña en 1828 (conocida como de las discordias), la República de Venezuela emerge en 1831 debido a la determinación de seguir su propio camino, en la que influyó la ambición de Páez, las intrigas de Miguel Peña [Miguel Francisco Peña Páez (Valencia, Venezuela, 29 de septiembre de 1781-8 de febrero de 1833). Político y relator del Alto Tribunal, consejero de Páez tuvo un papel clave en la separación de Venezuela de la Gran Colombia], el escrutinio calculador de Francisco de Paula Santander. De esta manera, las aspiraciones y principios de El Libertador, y sacrificios en aras de la paz entre los dos pueblos (Colombia y Venezuela) se derrumbaban frente a sí. Los pueblos que se formaron bajo la voluntad de Simón Bolívar, en 1830 tenían que seguir cada uno su rumbo hacia la República, que en el caso de Venezuela surgió a la sombra de Páez con la anuencia de la burguesía terrateniente. Esta República, expresa De Armas Chitty (ob. cit.), no estuvo exenta del descontento de algunos militares quienes quedaron al margen de la administración pública por haber sido bolivarianos (que era descrédito en la Venezuela de 1829-30). El caudillo recluta contingentes apoyado en su prestigio, emprende revueltas, combates en distintos lugares. La ambición del caudillo era desbordante, una dolorosa realidad. Las leyes de esta “República” era la calamidad del pueblo, pues no reprochaba ni condenada la usura, la que admitía y autorizaba. Cabe mencionar la ley que aprobó el Congreso de Venezuela el 10 de abril de 1834, la cual pasó a la historia de Venezuela como la “Ley de 10 de Abril”: “una de las muchas formas como la burguesía terrateniente extorsionó la economía rural… autorizaba al prestamista a fijar el interés… ponía en sus manos el destino de todo propietario mediano urgido de créditos” (De Armas Chitty, ob. cit., p. 23). De acuerdo con este autor, este instrumento legal fue firmado por Fermín Toro, Presidente de la Cámara de Representantes, quien once años más tarde, se refiere a esta Ley como la responsable de una “sociedad utilitarista”, privando además la libertad de comercio, y parcializada hacia el acreedor.
Cabe referir, en este mismo tema, lo que De Armas Chitty (ob. cit.), denomina la “Algarada” de septiembre de 1846, donde nos pinta la anarquía, el repudio y rechazo a las Leyes; un país poblado de salteadores de caminos, bandoleros, sin gobierno, de esta manera:
Los alzamientos proliferan: José Orencio Castellanos en Los Guayos; Rafael Flores, Calvareño, seguido como otros por esclavos “armados de trabucos, lanzas, dando vivas a la libertad y mueras a los oligarcas”…; en Barlovento Pedro Vicente Aguado, Manuel María Echeandía, su hermano Juan Bautista, Mariano Tirado, José Padilla, Tomás Galarraga, Felipe Pérez, Bocaranda, Blanco, Mejías, Muñoz, Martínez, Ríobueno, Ordoñez, etc.; por Turén, Barinas, Coro, Anzoátegui, centro y occidente del Guárico, partidas de gentes armadas, actuando al azar, siembran la insurrección… En Tacasuruma se pronuncia contra el Gobierno José Francisco Rangel, a quien se unen esclavos de las haciendas vecinas al Lago de Valencia, Rangel asalta, saquea la hacienda Yuma… el incendio se propagaba por Barlovento, Coro, Carabobo… Guerrilleros, soldados; gente anónima que invocaban principios, cometía un crimen y continuaba invocando principios, la masa esclava, se declararon en rebeldía. El epílogo de esta revuelta es sombrío y trágico: a Calvareño le siguen juicio y fusila; a Rangel le cortan la cabeza y se la envían envuelta en un saco al Presidente Monagas (pp. 37-39).
El país ardía en llamas por los cuatro costados. En tiempos de José Gregorio Monagas (1855), reses robadas, asaltos en los caminos, gente abusada y atropellada, nepotismo, renta en quiebre, es lo que se vislumbra. Fermín Toro citado por De Armas Chitty (ob. cit.), refiere el Discurso sobre centralismo y federalismo pronunciado el 28 de septiembre de 1858 (unos meses antes de la Guerra Federal), la dramática situación social en que estaba envuelta Venezuela, manifestando que los niños mueren por negligencia y abandono, el país está despoblado, la realidad nacional era de gente supersticiosa, ociosa, el país era víctima de la demagogia política encubierta con una “Constitución Federal”. Este fue el caldo de cultivo donde se incubó la Guerra de los Cinco Años o Guerra Larga. El país que pronosticó Bolívar, y que en parte pudo ver Rodríguez y que había vaticinado además; así estuvo a lo largo de ese siglo XIX, y entrado el XX. Esta es una etopeya de estos tiempos, e inicios del XX de la Venezuela después de 1830 luego de separarse de la Gran Colombia y de haber firmado con España el 30 de marzo de 1845 en Madrid, el Tratado de Paz y Amistad, reconociéndola como una nación independiente. Firmante por España, Francisco Martínez de la Rosa en representación de la reina Isabel II, y por Venezuela, Alejo Fortique, en representación Carlos Soublette. Pareciera profética aquellas frases de Bolívar “he arado en el mar”, lo que se puede hacer en la América española es huir.
En esta misma opinión, cabe citar a Vargas (1982), quien dice que el proyecto revolucionario (el de Bolívar) se desvía de su propósito y cae en manos de gente ambiciosa, algunos de origen humilde, que obtienen privilegios y reniegan de su origen popular. La Gran Colombia no pudo mantenerse por culpa de los caudillos, se fragmentó; de esta manera Venezuela se convirtió en República en el Congreso de 1830 para estructurar la nueva Nación, que en ella aún subsiste el latifundio, y la burguesía y que tiene a favor los poderes económico y social. Muchos de esos caudillos otrora fueron protagonistas de la Guerra de Independencia. La autoridad no puede controlar las irregularidades, el asalto y la toma de todas las vías de la provincia. El peón del campo recibe un salario de hambre. Esto dio pie a las guerras civiles venezolanas que dejó al país en ruinas, mucho más de lo que la había dejado la Guerra de Independencia (1811-1823). Según Wikipedia (2023c), dichas Guerras Civiles Venezolanas fueron: Revolución de las Reformas, Insurrección Campesina (1846), Guerra Civil Venezolana (1848-1849), Rebelión de Barquisimeto (1853-1854), Revolución de Marzo (1858), Guerra Federal (1859-1863), La Genuina (1867), Revolución Azul (1867-1868), Revolución de Abril (1869-1871), Revolución de Coro (1874), Revolución Reivindicadora (1879-1888), Revolución Legalista (1892), Revolución de Queipa (1898), Revolución Liberal Restauradora (1899), Revolución Libertadora (1901-1903). La más desastrosa de todas exceptuando la Guerra de Independencia, fue sin dudas la Guerra Federal.
En virtud de lo arriba expresado, el país quedó con su industria, haciendas y economía destruida, los bandoleros asediaban por todas partes a la gente de bien, gran parte de los ciudadanos habían muerto en la guerra, los más afortunados habían emigrado fuera del país, las ciudades estaban devastadas. La Educación Pública prácticamente desapareció como Institución. El Proyecto Educativo Robinsoniano, nuevamente quedó en espera, al igual que la Segunda Revolución. De modo que el principal obstáculo que encontró nuevamente la escuela robinsoniana para formar republicanos, fue la actividad más destructiva inventada por el hombre: la guerra. Rodríguez, quien vivió un poco más de dos décadas después de la muerte de Bolívar, miró con pesimismo el destino de América española. Así aquellas aspiraciones que había plasmado para el mejor destino de América del Sur en su obra Luces y Virtudes Sociales escrita en 1840, quedaron pendiente, de la cual cito a manera de recordatorio y recomendación para tener verdaderas República: “Instrucción social para hacer una nación prudente, corporal para hacerla fuerte, técnica, para hacerla experta, científica para hacerla pensadora” (Rodríguez, 1840, p. 365). ¿Esto sigue aún en espera?
Conclusiones
Simón Rodríguez, luego de haberse involucrado en la Conspiración Gual y España en 1797, tuvo que huir de Venezuela hacia Jamaica, luego pasó a EE. UU., para luego irse a Francia en 1801. No se involucró nunca más en conjuras. El tiempo vivido en varios países de Europa lo familiarizó con los grandes pensadores de la Ilustración entre ellos Rousseau, Voltaire, Montesquieu, lo que contribuyó en cristalizar, lo que Él denominó: la Revolución Postergada o Segunda Revolución de Independencia (la educativa), cuyo instrumento fundamental era la Escuela. Una Revolución, que según su entendido, debía comenzar por los campos y pasar por la Escuela de Artes y Oficio, pues, la Guerra de Independencia nos había liberado del yugo de España, pero no del yugo de la ignorancia y la tiranía, que era el peor enemigo de las nacientes repúblicas. Y, que no era posible crearlas, si no se formaban republicanos, esta era la primordial misión de la Escuela. De esta manera, el Proyecto Educativo Robinsoniano, lo concebía como uma Mónada, como algo indivisible, inseparable entre política y educación, pues recordemos que el Gobierno es el Padre Común del los Ciudadanos, por ello, en sus manos debe estar la Educación Pública, que según el entendido de Don Simón Rodríguez y Simón Bolívar, debía ser de carácter liberal.
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MUESTRA VISUAL
República de Venezuela (1978)
1783-1983 Simón Bolívar
Estampilla de 1 Bolívar Dimensiones 2,5x5 cm.
(Anónimo: Retrato de Simón Rodríguez)
Fotografía: Manuel Bas.
Colección. Manuel Bas, Caracas, D. C., Venezuela
Ateneo de Barcelona Miguel Otero Silva (2010)
Exposición colectiva de arte popular: Simón Bolívar en el Alma del Pueblo
Fotografía digital a color impresa
Fotografía y obras de la colección Manuel Bas de arte popular, Caracas, D. C., Venezuela
SEGUNDA REVOLUCIÓN O REVOLUCIÓN POSTERGADA
(La Escuela como instrumento político-educativo para formar republicanos y fundar repúblicas)
(Entrevista a Duglas Blanco)
AUTOR: Dr. Manuel Bas
EDICIÓN DIGITAL: Víctor A. Hernández
POSTER ON LINE: Ldo. (Esp.) Víctor A. Hernández
FOTOGRAFÍA: Manuel Bas
AGRADECIMIENTOS: Astrid Gómez
Los Teques, Estado Miranda, Venezuela, junio de 2023