UNA UNIVERSIDAD QUE CONTRIBUYA AL DESARROLLO HUMANO
SOSTENIBLE
La crisis
actual del mundo, como uno de los fenómenos de la mundialización se refleja en
toda la superficie del “globo terráqueo”. Paradójicamente la sociedad del
conocimiento ha producido grandes avances en la ciencia y la tecnología, reflejado,
por ejemplo en la red de internet, que ha convertido la Tierra en una “aldea
planetaria”; en la bioquímica, en la física, con los estudios de los agujeros
negros. Pero contrariamente a esto, existen en el planeta inmensos contingentes
de seres humanos condenados a pobreza extrema; el flagelo bélico, que sin
tregua de manera localizada atenta contra la paz de las naciones. Además de lo
señalado, los problemas ecológicos amenaza la vida del planeta. Los gobiernos
no han podido controlar la crisis financiera que agobia cada día sus economías.
Esto es, grosso modo, el escenario donde le toca jugar un papel protagónico la
universidad del siglo XXI.
Esta crisis de la sociedad global con su
onda expansiva ha afectado seriamente la universidad. Tiene entonces la
educación superior dos objetivos fundamentales: contribuir a resolver la crisis
de las comunidades y los problemas internos que ocurren dentro del recinto
universitario. Analizando los problemas del mundo y de la universidad, se debe
indicar el camino a seguir, en términos de políticas estatales, para que ésta
contribuya a lograr el desarrollo humano sostenible, a través de acciones
generadas por sus actores en la búsqueda de mejorar sus problemas y el de la
sociedad, contribuyendo además a formar ciudadanos con convicción ética que
luchen sin tregua para lograr el desarrollo de los países menos favorecidos,
sin causar daño al medio ambiente, cooperando además en concretar una sociedad
más justa y equitativa, pilar fundamental de una verdadera democracia.
El siglo XXI comienza con una de las más
espantosas crisis que ha experimentado la humanidad en toda su historia. A
pesar de los grandes adelantos que ha logrado el hombre, y de albergar la
sociedad del conocimiento, como nunca antes, los cerebros más brillantes en las
universidades de los países desarrollados, el mundo vive una gran conmoción que
no tiene precedentes. La sociedad de la globalización y de la tecnología de
punta se encuentra atada de pies y manos frente a la compleja problemática que
vive, una problemática de orden mundial. Esta sociedad global está sumida en
una gran crisis cuyo síntoma más evidente, según Yarzábal (1999), es el
incremento de la pobreza, el hambre, el sufrimiento y el dolor humano, las
guerras genocidas; flagelos de todo orden amenazan con la seguridad de los
habitantes de la Tierra. Los grandes avances en ciencia y tecnología en procura
de mejorar la calidad de vida de las personas, en algunas partes del mundo no
se siente todavía. Señala Yarzábal que la actual sociedad dispone de los
recursos tecnológicos necesarios para ofrecer una vida digna a los ciudadanos
de la Tierra. Pero lo que falta es voluntad política. Incluso, llega a afirmar
que la población del mundo gasta más en alcohol y en drogas que lo que se
necesita para sacar a los habitantes de la Tierra de la crisis espantosa en que
se encuentra.
En la sociedad actual se observa una
marcada desigualdad en los distintos órdenes de la vida. En este sentido,
afirma Yarzábal (1998) que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD) apunta que 350 megamillonarios reciben anualmente ingresos que superan
la suma del PIB de 40 naciones donde viven 2500 millones de personas. Este dato
evidencia pedagógicamente la marcada desigualdad y la falta de justicia social
en que vive una cifra significativa de ciudadanos, y asoma la inmensa brecha que
existen entre ricos y pobres. También existen importantes desigualdades entre
países industrializados y países de América Latina, no sólo en el orden
económico, sino también en lo social, educativo, entre otros.
Este panorama desolador acontece en la sociedad del conocimiento.
Sociedad que ha logrado sorprendentes adelantos en física, en matemática, en
química; pero en lo ético no ha salido de Aristóteles. En este sentido les toca
a los gobiernos guiar políticas coherentes, sinceras que sirvan de plataforma
para conformar una estructura social y económica que ayude a las naciones salir
de la crisis. Una sociedad en crisis no puede tener una universidad exitosa; y
a la inversa, la crisis es el resultado más evidente, del fracaso de la
universidad. Es, indudablemente paradójico que la sociedad de las
telecomunicaciones y de la globalización, es a su vez una sociedad deprimente,
una sociedad que vive hoy una de las etapas más convulsionadas que haya vivido
jamás. Este panorama dantesco, es el escenario donde está inmersa la
universidad. De tal manera que a la universidad se le tiene encomendada dos
misiones: una, resolver la crisis interna que ella vive; y dos, contribuir con
el rol protagónico de lograr el desarrollo humano sostenible en las naciones.
Según Ornellas (1996), una de las
limitaciones en el mundo y particularmente en las universidades son las
financieras con sus efectos perversos en las economías de ellas y de su entorno,
pues, particularmente en las universidades limita fondos para la investigación
y para la mejora salarial de sus empleados. Los países subdesarrollados
presentan hoy un déficit en su presupuesto, por ello, la inversión en
educación, al menos en el corto plazo representa un gasto, sumado a ello la
actitud demagógica de los gobierno en materia de educación no es nada alentador.
En Venezuela, por ejemplo las condiciones
de planta física de muchas universidades es deprimente, sobre todo en las
públicas, muchos de nuestro bachilleres han tenido que acudir al sector privado
en busca de educación. La falta de presupuesto es un problema grave que ha
incidido en la baja calidad de la educación. A esto se le suma la pertinencia de
la enseñanza, la equidad , desde luego, esto conlleva a que la universidad
enfrente graves problemas para cumplir con la misión de contribuir a lograr el
desarrollo humano sostenible. La problemática que vive hoy la educación
superior es muy compleja, refiere aspectos tales como: bajos salarios, falta de
presupuesto (un mal crónico), poca investigación. No debemos olvidar el papel
que juega la investigación para lograr en alto nivel la pertinencia de la
universidad. La investigación científica y tecnológica debe estar orientada a
contribuir a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y, no debe responder
por ninguna razón a intereses mezquinos y de un grupo de poder.
Otro serio problema en las universidades
es la pertinencia. Según Goddfredi (1996), la pertinencia tiene relación
directa con las expectativas y sensaciones de la sociedad con la universidad.
Apunta este autor que es imposible lograr un alto grado de pertinencia sin la
participación activa de sus propios actores: docentes, administrativos,
técnicos, obreros y alumnos. Para lograr la pertinencia de la universidad, se
hace necesario ponerla de cara a los problemas de ella misma y de su entorno,
es decir sacar a la universidad de su “torre de marfil”. Un problema que lleva
implícito la pertinencia es la equidad. Puesto que en la medida que la
educación llegue a más número de persona será más equitativa, y más aún, si
ésta, está en sintonía con los requerimientos del mercado laboral.
La equidad es uno de los problemas más
serio a que se tiene que enfrentar hoy las universidades. La alta tasa
demográfica en los países de América Latina ha creado de alguna manera el
problema del cupo en la educación superior. Sumado a esto el presupuesto limitado, y la condición de
pobreza de algunos sectores de la sociedad es una barrera que limita el ingreso
a las universidades. De tal manera, la posición de quien escribe, es que la
equidad no sólo es un problema de la universidad misma, sino también es un
problema de política de Estado. Este debe crear un conjunto de mecanismos tales
como: planta física, financiamiento, becas, y al propio tiempo, intervenir, a
través de la planificación familiar en disminuir en crecimiento demográfico.
Esto pudiera aliviar la demanda de cupo en las universidades.
Reflexionando acerca de una educación superior de
calidad, necesita de una política
integral por parte del Estado, así como de una excelente planificación del
sector universitario. La palabra calidad engloba una serie de aspectos como
equidad, pertinencia, financiamiento, buenos salarios, mejora académica de sus
profesores, entre otras. Toda educación superior de calidad debe estar
orientada hacia el desarrollo humano sostenible. Las universidades no deben
estar de espaldas a esta realidad. Deben propiciar además el aspecto ético,
hacer más énfasis en las competencias personales, para tener dentro de las aulas
un ciudadano honesto y comprometido con el país, no con el partido de turno,
por razones estrictamente personales. Existe una asimetría entre las
competencias profesionales y personales, lo que crea un desbalance en las
características del universitario que se requiere.
La Universidad como institución rectora
del conocimiento, apunta la UNESCO (1998), debe desempeñar una función de
liderazgo en el desarrollo de formas de educación interdisciplinaria y
transdisciplinario, y éticamente orientada en idear soluciones que conlleve a
conciliar el progreso económico y social con la salvaguarda de los sistemas
mundiales de mantenimiento de la vida en el planeta. No se puede concebir un
desarrollo humano sostenible, independiente de la educación. De modo que la
educación juega un papel estratégico de primer orden en este acometido.
En este mismo orden de ideas, la UNESCO (ob
cit) sostiene que la universidad debe ejercer un verdadero liderazgo en el cual
fomente la investigación, redes de expertos ambientales en los niveles: local,
regional, nacional e internacional y comunitario; fomentando tanto entre su
personal como entre sus estudiantes una perspectiva ambiental cuyo propósito
sea preservar el ambiente. Insisto, que el aspecto ético no debe quedar de
lado, pues es de vital importancia para el logro del desarrollo sostenible. Al
respecto Shuberoff (1996) considera necesario garantizar la equidad en la
distribución del conocimiento, puesto que una colectividad donde llegue una
educación superior más equitativa y justa en su población, sería un indicador
de una educación de calidad tendiente a lograr el desarrollo humano sostenible.
Se hace necesario además, para lograr una
educación de calidad encaminada hacia el desarrollo humano sostenible potenciar
la investigación, redefinir una estructura organizativa que permanentemente pueda
ser evaluada, y que propicie la participación cooperativa por vía de convenio a
nivel nacional e internacional. Así también crear una plataforma tecnológica
cónsona con nuestro tiempo. En este orden de ideas Muñoz (1996) apunta que la
educación superior en el mundo debe construir un escenario mundial que propicie
una menor inequidad y frene las enormes asimetrías entre los países
desarrollados y los no desarrollados. La globalización de la educación apoyada
en una plataforma de una red tecnológica a través del internet sería de gran
valía para llevar la educación a lugares remotos, permitiendo a su vez incorporar un público más diverso y de
heterogénea geografía.
En este sentido, UNESCO (1996) citado por
Mayor (1997), plantea que “la clave de
un desarrollo sostenible independiente es la educación… educación que llega a
todos los miembros de la sociedad, a través de nuevas modalidades, nuevas
tecnologías a fin de ofrecer oportunidades de aprendizaje durante toda la vida
para todos” (p. 2). Esto evidentemente, configura una innovadora visión de
desarrollo, contraria a la que se tenía en el pasado, puesto que no basta solo
el capital, materiales y equipos que como eficiencia potencial, son necesarios;
pero también se requiere del capital humano que como eficiencia real es clave,
en un 80% para lograr el desarrollo con rostro humano.
Para finalizar, la universidad por su
naturaleza tiene como misión formar ciudadanos responsables no sólo en los
ámbitos científico y tecnológico, sino también en el plano ético. Ella es el
motor y la luz para lograr el desarrollo humano sostenible, haciendo uso de
manera responsable de los recursos del ambiente sin dañarlo. Es necesario además
cambiar la noción que se tenía de desarrollo, propiciando además un clima de
paz y armonía para tener futuro mañana. Esto, solo es posible, en una sociedad
donde su educación procura formar personas conscientes de su responsabilidad
con sus comunidades, que sería el signo más evidente de una educación superior
de calidad brindada por una Universidad como servicio prestado para contribuir
con el desarrollo humano sostenible*
REFERENCIAS
Garita, L.
(1996). La Cooperación Internacional en la Nueva Dimensión de la Universidad.
Caracas: Cresalc-UNESCO. Cuaderno 6.
Goddfredi,
C. (1996). La Pertinencia de la Educación Superior. Caracas: Cresalc-UNESCO.
Cuaderno 1.
Muñoz, H.
(1996). Análisis del Documento de la UNESCO sobre el Cambio y el Desarrollo en
la Educación Superior. Cresalc-UNESCO. Cuaderno 1.
Ornellas, C.
Las Antinomias de la Educación Superior. El Panorama Mundial. Caracas:
Cresalc-UNESCO. Cuaderno 1.
Shuberoff,
O. (1996). Educación Superior: La Transformación Necesaria. Caracas: Cresalc-UNESCO.
Cuaderno 2.
UNESCO.
(1998). Conferencia Mundial sobre la Educación Superior. La Educación Superior
y el Desarrollo Humano Sostenible. París: UNESCO.
Yarzábal, L.
(1999). Consenso para el cambio en la Educación Superior. Caracas: Cresalc-UNESCO.
*Bas,
Manuel. (2000, Marzo 25). Una Universidad que Contribuya al Desarrollo Humano
Sostenible. [Mimeografiado]. Barcelona: Universidad Nacional Experimental Virtual
Simón Rodríguez.
MUESTRA VISUAL
1. José Graterón Luque.
Serie Caracas Grafiti, San Miky el Piadoso (2018).
Fotografía y colección Manuel Bas, Caracas D. C.
2. José Graterón Luque.
Caracas Rococó (2015).
Fotografía y colección Manuel Bas, Caracas D. c.
3. José Graterón Luque.
Caracas Grafiti (2015).
Fotografía y colección Manuel Bas, Caracas D. C.
UNA UNIVERSIDAD QUE CONTRIBUYA AL
DESARROLLO HUMANO SOSTENIBLE
TEXTO: Manuel Bas
EDICIÓN DIGITAL: Eduardo Palmera Gómez & Manuel
Bas
FOTOGRAFÍA: Manuel Bas
OBRAS DE LA COLECCIÓN MANUEL BAS DE
ARTE MODERNO
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